el cesto le llea más le lln bebé día c igual
Si hoy día una mujer de mediana edad se encontrara un canasto con un bebé dentro, lo más fácil es que avisara a asuntos sociales para que se hicieran cargo. Pero supongamos que, como la mayoría, se decide a plantearse la maternidad cuando la fertilidad ya va haciendo aguas, y ella lleva ya tiempo practicando posturas que invierten la común gravedad de su acceso uterino detrás del coito y lleva ya tiempo tomándose la temperatura para medir la adecuación del amor. Todo ello porque hasta hace poco no tenía un trabajo suficientemente estable, ni un piso digno en el que pensara que podía quedarse durante más de tres años, y su pareja le parecía más dedicado a menesteres de signo infanto-egocéntrico que a la posibilidad de compartir responsabilidades. Supongamos que aquel día tiene un momento de ofuscación y decide adaptarse al mito, tomar el canasto y quedarse su contenido.
Las primeras compras, las imprescindibles, le suponen ya un sueldo completo. Echa cuentas y, aunque llegara una tremenda ola de calor y pudiera tener al bebé sin esa ropita que dura unos dos días antes de que se le quede pequeña, sólo entre los pañales, la leche de crecimiento, el pediatra y la guardería, iba a tener que gastar un mínimo de medio sueldo todas las mensualidades. Como el sueldo de su pareja lo invertían íntegramente en el alquiler de ese pisito pequeño, oscuro y antiguo, la pareja y la casa iban a tener que conformarse con el otro medio sueldo restante.
Hace el planning de los siguientes meses. Si se sacaran el cine quincenal, el bocadillo en el bar e hicieran lavadoras sólo dos veces al mes, quizás ahorraran un poco. Podrían cambiar las raciones de pescado por lentejas, y el queso por chopped. Reservarían las pagas extras para comprar nuevos trastos imprescindibles, como cochecitos, cunitas, chivatos de lloro, esterilizadores, hamaquitas, calienta-biberoncitos, alfombritas de juego… y toda una serie de elementos diminutivos que dicen las revistas pilladas al vuelo en el quiosco que se hacen imprescindibles para el crecimiento de cualquier niño.
Cuando le hubiera tomado suficiente cariño a ese cachorrillo indefenso, hubiera caído en la cuenta de que él estaría mejor y se ahorrarían dinero si uno de los dos consiguiera un trabajo a media jornada, para poder ocuparse de su bienestar directamente y no tener que recurrir a canguros. Después de una leve discusión, se decide que la que va a sacrificar su carrera laboral va a ser ella. En la guardería tienen su teléfono, así que es ella la que tiene una aparentemente gran lista de gente disponible en el caso de que el enano siga el ritmo normal de inmunización y enferme. En varias ocasiones le ha tocado salir corriendo, recoger el niñito en la guardería y llevarlo al médico. Que ante tantísima fiebre no se puede delegar en canguro alguna, y sus habituales adolescentes pueden cubrir la papeleta, pero como para dejarles la responsabilidad, cuando esperan la paga para poder dejársela en modelitos horteras o invertirla en botellón, ella no lo ve claro. Su pareja tampoco, así que la riñe por poner en peligro su propia manutención. Sus jefes aún menos, así que le dan un ultimátum. En la guardería no le aguantan ni un solo día más con fiebre, así que ella tiene que pedirse días de vacaciones. Su pareja le riñe, porque prevé veranos a solas con el microbio. Sus jefes le riñen más, porque no se puede improvisar de esa manera, que allí cuentan con ella o bien –que quede claro− con alguien que ocupe su misma plaza. Cuando ella le pide a su pareja que se pase la tercera noche en vela él, se desencadena una discusión tremenda, porque él “sí que tiene que ir a trabajar”. Sale a colación que, a causa del pequeño, la casa está cada vez más hecha un desastre, y que así no se puede vivir. Que ya hace mucho que no pueden quedar los fines de semana con los amigos, y que está harto de la tele de los sábados. Que encima ella se queda dormida tan pronto el bebé entorna los ojos, y que ni el polvo de la subida de temperatura mensual echan ya.
Ella se siente culpable por desear que la realidad fuera una menos “liberada”, porque ocuparse de un trabajo, de una casa y de la mayor parte de responsabilidad de un bebé, para ser honesta, la sobrepasa. La pareja pasa fácilmente a un segundo plano, así que debe ocuparse también de contentarlo de alguna forma. Así que ya echa polvos sin ganas, simula ante el fútbol y llora a escondidas todos los domingos. Hace medio año que no se cubre las canas, no renueva nada de su vestuario, y le da igual maquillarse porque no hay tapa-ojeras efectivo para su situación. La pareja ya le recrimina cosas indeterminadas porque no hay una sola cosa que falle, sino que nada funciona y ella ya no da más de sí. Cuando él empieza a llegar cada día tarde del trabajo, tiene cumpleaños sospechosos todos los sábados y “necesita” hacer escapadas en bici todos los domingos, ella toma una decisión.
El pequeño está envuelto en mantitas deshilachadas que se suponía que debían lavarse a mano. Cabe por los pelos en el canasto. Suspira aliviada cuando oye abrirse la puerta de la zona alta: allí quizás sí pudieran ocuparse del bebé y así ella pudiera recuperar parte de su vida.
Epílogo 1
A lo lejos, se oye una niña gritando: “¡Lo he encontrado yo!” –y una réplica− “No, ¡yo!”. “¿Me lo puedo quedar, mamá?”, “¡Es de las dos!”
“¡Niñas, estas cosas no pueden hacerse así!”− dice la voz uniformada. −”Matilde, no pasa nada, hay sitio, deja que se queden el gatito−.”
“Señora, tendría que ver esto antes…”
Epílogo 2
Cuando va de camino a casa, ya vacía en todos los sentidos, decide incorporar un nuevo significado al término ‘liberación de la mujer’ en la Wikipedia: “dícese de determinada tomadura de pelo que…”
Las primeras compras, las imprescindibles, le suponen ya un sueldo completo. Echa cuentas y, aunque llegara una tremenda ola de calor y pudiera tener al bebé sin esa ropita que dura unos dos días antes de que se le quede pequeña, sólo entre los pañales, la leche de crecimiento, el pediatra y la guardería, iba a tener que gastar un mínimo de medio sueldo todas las mensualidades. Como el sueldo de su pareja lo invertían íntegramente en el alquiler de ese pisito pequeño, oscuro y antiguo, la pareja y la casa iban a tener que conformarse con el otro medio sueldo restante.
Hace el planning de los siguientes meses. Si se sacaran el cine quincenal, el bocadillo en el bar e hicieran lavadoras sólo dos veces al mes, quizás ahorraran un poco. Podrían cambiar las raciones de pescado por lentejas, y el queso por chopped. Reservarían las pagas extras para comprar nuevos trastos imprescindibles, como cochecitos, cunitas, chivatos de lloro, esterilizadores, hamaquitas, calienta-biberoncitos, alfombritas de juego… y toda una serie de elementos diminutivos que dicen las revistas pilladas al vuelo en el quiosco que se hacen imprescindibles para el crecimiento de cualquier niño.
Cuando le hubiera tomado suficiente cariño a ese cachorrillo indefenso, hubiera caído en la cuenta de que él estaría mejor y se ahorrarían dinero si uno de los dos consiguiera un trabajo a media jornada, para poder ocuparse de su bienestar directamente y no tener que recurrir a canguros. Después de una leve discusión, se decide que la que va a sacrificar su carrera laboral va a ser ella. En la guardería tienen su teléfono, así que es ella la que tiene una aparentemente gran lista de gente disponible en el caso de que el enano siga el ritmo normal de inmunización y enferme. En varias ocasiones le ha tocado salir corriendo, recoger el niñito en la guardería y llevarlo al médico. Que ante tantísima fiebre no se puede delegar en canguro alguna, y sus habituales adolescentes pueden cubrir la papeleta, pero como para dejarles la responsabilidad, cuando esperan la paga para poder dejársela en modelitos horteras o invertirla en botellón, ella no lo ve claro. Su pareja tampoco, así que la riñe por poner en peligro su propia manutención. Sus jefes aún menos, así que le dan un ultimátum. En la guardería no le aguantan ni un solo día más con fiebre, así que ella tiene que pedirse días de vacaciones. Su pareja le riñe, porque prevé veranos a solas con el microbio. Sus jefes le riñen más, porque no se puede improvisar de esa manera, que allí cuentan con ella o bien –que quede claro− con alguien que ocupe su misma plaza. Cuando ella le pide a su pareja que se pase la tercera noche en vela él, se desencadena una discusión tremenda, porque él “sí que tiene que ir a trabajar”. Sale a colación que, a causa del pequeño, la casa está cada vez más hecha un desastre, y que así no se puede vivir. Que ya hace mucho que no pueden quedar los fines de semana con los amigos, y que está harto de la tele de los sábados. Que encima ella se queda dormida tan pronto el bebé entorna los ojos, y que ni el polvo de la subida de temperatura mensual echan ya.
Ella se siente culpable por desear que la realidad fuera una menos “liberada”, porque ocuparse de un trabajo, de una casa y de la mayor parte de responsabilidad de un bebé, para ser honesta, la sobrepasa. La pareja pasa fácilmente a un segundo plano, así que debe ocuparse también de contentarlo de alguna forma. Así que ya echa polvos sin ganas, simula ante el fútbol y llora a escondidas todos los domingos. Hace medio año que no se cubre las canas, no renueva nada de su vestuario, y le da igual maquillarse porque no hay tapa-ojeras efectivo para su situación. La pareja ya le recrimina cosas indeterminadas porque no hay una sola cosa que falle, sino que nada funciona y ella ya no da más de sí. Cuando él empieza a llegar cada día tarde del trabajo, tiene cumpleaños sospechosos todos los sábados y “necesita” hacer escapadas en bici todos los domingos, ella toma una decisión.
El pequeño está envuelto en mantitas deshilachadas que se suponía que debían lavarse a mano. Cabe por los pelos en el canasto. Suspira aliviada cuando oye abrirse la puerta de la zona alta: allí quizás sí pudieran ocuparse del bebé y así ella pudiera recuperar parte de su vida.
Epílogo 1
A lo lejos, se oye una niña gritando: “¡Lo he encontrado yo!” –y una réplica− “No, ¡yo!”. “¿Me lo puedo quedar, mamá?”, “¡Es de las dos!”
“¡Niñas, estas cosas no pueden hacerse así!”− dice la voz uniformada. −”Matilde, no pasa nada, hay sitio, deja que se queden el gatito−.”
“Señora, tendría que ver esto antes…”
Epílogo 2
Cuando va de camino a casa, ya vacía en todos los sentidos, decide incorporar un nuevo significado al término ‘liberación de la mujer’ en la Wikipedia: “dícese de determinada tomadura de pelo que…”
Epílogo 3
Ella no deja de preguntarse cosas... (¿seguro que no votar era mucho peor?)
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12 comentarios:
Que entrada tan dura y cuantas cosas cuestionas. Es verdad que nuestras libertades nos obligan a renunciar a mil cosas. Si no siempre a un niño entonces si a parte de nuestra vida y nuestra carrera profesional.Quejate bien alto porque no es algo en lo que se caiga muchas veces. Besos
Empecé a reírme cuando vi las fotos. Pero es tu increíble manera de afrontar las realidades brutales con lucidez, sin dar vueltas y con ese sentido del humor sin el cual se harían insoportables.
¿Qué puede decirte una al que su psiquiatra le insiste para que asuma de una vez por todas, y declare sin que le tiemble la voz, que no nació para ser madre y no quiso serlo, sin dejar de poner excusas?
Imagino muy bien cómo la maternidad, en un mundo con estas reglas, puede despedazar a una mujer. Te exigen que lo seas todo: madre, profesional, amante. Y creativa, en todos los sentidos.
He visto mujeres correr tras la zanahoria podrida del éxito profesional y compartir con sus hijos una hora al día, como máximo, apelando al argumento de la "calidad del tiempo compartido". No creo en eso. Creo en la cantidad, también. Mujeres que viven con la agenda y el móvil en la mano y a la que se les viene el mundo abajo sin niñera no pueden, siento, crecer con sus hijos.
Debe renunciarse a algo. No se puede estar por completo en tantos lugares, al mismo tiempo.
Me he preguntado, en esos casos, ¿para qué ser madre? ¿Narcisismo? ¿Necesidad de cumplir el rol que falta para completar el combo?
Y ese espantoso mercado infantil que tan bien describís, gracias al cual los chicos van al colegio con un equipaje como quien va al aeropuerto. Agobiados por actividades infinitas, convertidos en adultitos con compromisos múltiples. Que salen del colegio y no saben, sencillamente, articular un razonamiento, abstraer, problematizar.
¿Por qué lo complicamos todo de tal forma? ¿Por qué seguimos, sin cuestionar, tantos mandatos? ¿Por qué sentir que nos falta un pedazo, cuando lo más razonable es optar por el que más queremos -que no será ya "un pedazo", sino "todo"- y dedicarle la mayor parte del tiempo que podamos?
Es una sociedad filicida, que engendra víctimas de víctimas, atravesadas por los imperativos culturales y la industria del consumo.
Quizá éste sea el tema más importante de todos los podamos tocar, Susú. Y lo tocaste.
Besos mientras desayuno y te leo.
Kanela, hemos conquistado algunos espacios, pero hemos salido perdiendo en otros. Por desgracia, empezando por nosotras mismas, por nuestro obligado estatus de super-womans. La liberación no era esto... Gracias por añadirte a la queja.
Un beso reivindicativo.
Mariel, tu decisión, tu toma de conciencia respecto a la maternidad es increíblemente madura. La solución tampoco pasa por tener suficientes recursos como para alquilar pseudo-mamás por horas, ni por hacer a los niños pequeños ejecutivos con agendas repletas, para conseguir no se sabe qué exitoso futuro si tienen un presente vacío de tiempo y afectividad.
Los niños no pueden salir sino defectuosos. Empieza a haber adolescentes de descarrío mental considerable, de nula empatía, de incorregible falta de respecto por nadie... La sociedad libera algunas cosas, mientras condena las peores. Qué mal!
Y qué suerte que existan seres únicos como mi Mariel, con su clarividencia permanente, incluso desde sus momentos de ausencia mental para sólo sentir. No lo que llaman "adecuado", sino lo que pide la vida cuando grita.
Besos admirados...
Tens tota la raó. Fa temps em van enviar un pps en aquest sentit i em va fer pensar. Se suposa que hem evolucionat com a societat però tots estem més pringats: les dones, que heu de ser superwomans especialment si esteu divorciades, els homes, que ens fiquem ens lios contínuament per no tenir ni bona part del que tenien els nostres avis, i els pitjors els nens, que pugen sense gairebé atenció materna-paterna. Tots plegats pringats. Ben vist. Una abraçada. Xavi
Existen las superwomans, claro. Conozco mujeres que han educado a sus hijos solas, trabajando fuera de casa para volver y dar el cariño y la atención que necesitan sus hijos. Eso supone un gran desgaste y también, una fortaleza moral incuestionable. A pesar de ello no se puede comparar las condicones de vida de las mujeres de nuestra ciudad actual con las de épocas anteriores. Aunque las sociedades avanzan intentando mejorar las condiciones de vida y justícia de las personas, siempre nos queda algo por solucionar. Espero que algún día las mujeres tomen las riendas del mundo para que demuestren que son mucho mejores que los hombres y ya no haya duda sobre la ignorancia que ha prevalecido en este mundo machista. Po supuesto se salvan algunos hombres, ajenos a la codicia y movidos por ideales más elevados. También se encuentran mujeres superficiales y limitadas que poco a poco irán desapareciendo con una educación más adecuada. Todo ello a espensas de que la ciencia consiga, o no, la fecundación, el desarrollo y educación de los niños en edificios especializados robotizados, dónde la figura del padre y la madre desaparezca. Quizás se llegue, incluso, a la desaparición de los géneros, masculino y femenino, no habrán mujeres ni hombres como tales. Sólo seres andróginos.
Pero volviendo al mundo actual, hay momentos en que el ser humano me parece maravilloso y creíble. Por unos instantes, al leerte, he renunciado a la esperanza.
Pero no te preocupes, la recupero fácilmente viendo la sonrisa de un niño feliz gracias a su madre superwoman.
No puedo compartir esa lectura tan negativa, igual por mi genero masculino. Se que hay cosas que sobrepasan a las mujeres, y entiendo y comparto la lectura tan desasosegada. Lo cual significa que quedan cosas por hacer, engranajes que acoplar, leyes que modificar, costumbres que corregir. Pero bueno, yo soy de los que lucho por esa igualdad, porque me parece justa, lo mismo que tambien me parece justo que de los niños, de la limpieza y del resto de cosas se ocupen los dos miembros de la pareja. Se que no siempre se hace bien pero es importante que siga haciendose.
¡Uff! Asunto serio ese de los niños. Creo que es una cuestión de fuerza o debilidad como tantas cosas en la vida. Los fuertes desarrollan el melodrama y hasta hacen comedias. Los débiles rinden pleitesía la tragedia cada jornada.
Soy padre de dos chicos - ahora adolescentes (ni te cuento qué significa eso). Tuve los hijos sin saber lo que implicaba - nunca me gustaron los niños (salvo los míos) - y un poco empujado por el guión. Ingenuo, creí que la paternidad era como apuntarse a un club, en el que hay un horario y un protocolo de actuación que uno diseña y que se cumple. A cierta edad, suponía, los hijos vendrían a recibir la bendición y las buenas noches mientra el padre (o la madre) leían a Kierkegaard en el salón. En mi caso no se ha cumplido la expectativa No he sabido crear protocolos.
El otro día pensaba que cuando uno es joven se imagina una cierta trayectoria vital, una órbita en la cual hay planetas cercanos y hasta satélites. Cada uno de nosotros es, en ese momento, un newtoniano que puede (o cree) predecir la órbita de su planeta y hasta predecir las colisiones. La paternidad implica el choque de un asteroide o cometa sobre la superficie que te desplaza sin quedarse en ella sino que sigue su propia trayectoria, trayectoria a la que uno se ata por fuerza física o aturdidimiento emocional. Cuando pasan los años - las décadas casi - uno de repente despierta y ve que su planeta tiene otro fondo de estrellas, que la estrella polar cae al oeste y que no se acuerda de dónde quedaron sus satélites. En algunos casos uno se ha convertido en satélite de aquellos asteroides(hijos) y en otras los asteroides están en el fondo de la galaxia y, decididamente, han pasado de nosotros.
Pero todo depende de la fuerza que uno tenga. En todo caso, a cualquiera que se lanzara por el camino de la tentación reproductiva, le aconsejaría que evaluara sus fuerzas y, sobre todo, su deseo. Si le gusta el cuidado tanto como el pacto, el poder pegajoso tanto como el poder blando o el poder duro, si sabe que recibir un impacto de un asteroide te puede enviar lejos pero que el golpe y su violencia es una experiencia únicas... si, además, dice vale, ok, pues ¡adelante! que los profesores necesitamos alumnos.
Abrazos maternales.
Xavi, tienes razón. En el fondo, no puedo dejar de verlo como un problema que se nos ha caído encima a las mujeres (a las que quieren mantenerse responsables con la educación de su prole, sobre todo, claro), pero en el fondo todos salimos perdiendo...
Los más afectados serán, probablemente, a aquellos a los que les toque vivir la sociedad que creen los vástagos de ahora.
¿Podrá estar más loca aún la sociedad? aaaiiissshhh.
Gracias por tu reflexión, Xavi.
Imaginari, mi postura es la de que nos toca ser superwomans para permitirnos el lujo de opinar, ser (sólo relativamente, que en los sacrificios salariales siempre salimos 'perjudicadas') autónomas económicamente, y educar emocionalmente y socialmente a los niños del futuro.
Pero pienso que nos hemos creído un cuento de hadas, que la sociedad (la nuestra, al menos, por el norte creo que la cosa va por otros derroteros) no está preparada, y que extinguimos nuestras fuerzas todos los implicados. En mi opinión, sobre todo las mujeres; pero en un futuro cercano lo veremos en los niños, que serán hombres y mujeres sin haber tenido oportunidad de haber sido niños...
Ya ves, no soy muy optimista, a pesar de que haga mucho que me considero superwoman...
Gracias por opinar! Un abrazo...
Ramon, por supuesto, sé que eres de los que cree en la igualdad, la defiende e incluso la impulsa desde su puesto docente. Pero la realidad, por desgracia, no te da la razón ni a ti ni a mí. Estamos educados de tal forma que, o se dispone de muchos recursos y los niños tienen un cuidado impersonal, o bien, que es lo más frecuente, al menos en el contexto de clase media en el que me muevo, que las mujeres se ocupen de la mayor parte de la casa y de la práctica totalidad de los niños cuando no están en la escuela. Eso en el caso de que no sean mujeres separadas.
Pongamos de que, por cada cincuenta parejas con hijos que conozco, hay 49 que, llegado el caso, es la mujer la que se conforma con menos proyección profesional, menos sueldo, más criaturas, etc. También la que altera sus horarios por un hijo enfermo o similares.
Nos queda tanto por cambiar, Ramon. Pero que a ti no te parezca como preocupante es una buena señal, sin duda. Quién sabe si la generación siguiente será igualitaria por igual y además los niños estarán atendidos en todas sus necesidades, incluidas las emocionales (que las materiales acostumbran a estar hasta en exceso!).
Gracias y besos cuesta arriba de los Pirineos...
Ah, Lug, cuántas cosas y con cuánta trascendencia dices. Estoy totalmente de acuerdo contigo: el guión consiste en saber improvisar.
Las fuerzas, casi siempre, merman, y Kierkegaard va a permanecer unos años más en su impoluta estantería (por no abordada por nuestras huellas dactilares, lo que no impide que esté a rebosar de polvo). No hay bendición nocturna que valga. Todo ello era un timo. Nos olvidamos de lo que fuimos, y de lo que queríamos ser.
Desde tu privilegiada posición como padre de dos monstruos (sin mala intención: tampoco me acostumbran a gustar los niños, pero mira que los adolescentes...!) y como profesor, ¿no tienes a veces la tentación de pensar que "la modernidad" que pensábamos todos no consistía en esto? Ni nosotros (los 'mayores'), ni ellos (los'pequeños'), ni el mundo que va a crecer con ellos al mando...
¡Cuánto creo que tenemos que pensar!
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