Están locos estos romanos



Hace pocos meses, seguro que lo recordamos todos, un obispo negaba en la televisión sueca el Holocausto, y se permitía la sandez de decir que no había ni una sola cámara de gas en los campos de concentración nazis (le faltó decir que los campos eran eso, para que mejoraran su concentración y aprendieran más rápido). Francamente, no sé cómo rayos acabaría el culebrón, porque primero se dijo que se retractaría; luego que no, pero que le pediría perdón al Papa; después que para retractarse quería pruebas de la existencia del Holocausto… Pero que no le traigan a los millones de víctimas, eh? Que ésos son todos judeo-masones y no cuentan.

Al fin y al cabo, si tuvo que marear la perdiz para conservar su cargo, pues no me parece gran cosa. Todos supimos qué pensaba realmente, y que cuando alza la mano no siempre es para taparse el sol. Si el Papa y compañía quieren hacer ver que se ha arrepentido de su connivencia con el nazismo, pues vale, pero que no pretendan que los demás comulguemos con ruedas de molino.

Pues bien, no estábamos recuperados aún de ese siniestro incidente cuando, hace unos días, otro personaje relacionado con el clero vuelve a retratarse. Esta vez ha sido en Italia, y el día elegido, precisamente el de la conmemoración del Holocausto judío (el martes de la semana pasada). En una iglesia del norte del país, Angelo Idi, el sacristán del templo, recibió a los feligreses llevando un brazalete con la cruz gamada.

No es la primera ni será la última vez en que se evidencian las relaciones entre clero y extrema derecha o el fascismo más recalcitrante. Sin ir más lejos, aquí veíamos a la plana mayor eclesiástica, con sus mejores fastos, en pleno “cara al sol” junto a su amigo y benefactor Franco. De ahí supongo que vienen estos aires, como de derecho a veto contra todo lo que haga tufo a izquierdismo y, claro, sus privilegios económicos. Casi es mejor que vayan de frente, que se les vea claramente. Que sus seguidores sepan de antemano que su intolerancia se debe a una opción política. Que la oposición férrea que ejerce Rouco no responde a los dictados de Dios, no tienen como símbolo el crucifijo, sino otra cruz un poco más retorcida. Que todos somos iguales ante los ojos de Dios, salvo los gays (siempre que no sean los sufridos sacerdotes pedófilos), los que fornican sin estar casados (lo mismo, es que la limitación del voto de castidad tiene sus dificultades), los que usan condón (ahí sí, no entienden excepciones, como bien sabe Benedicto, que a estas alturas más bien parece “bien-adicto”, porque decir algo así estando en plenas facultades no sé yo…), las que aborten (lo mismo da si es una adolescente que va a desgraciar su vida, el resultado de una violación o la mala suerte de una madre de cinco hijos en paro) y, a la vista está y las indirectas también, los que voten a las izquierdas. Y es que los designios de Dios son inescrutables, salvo en el caso de este tipo de nuevos pecados. Creerán que porque nos mantienen en sus registros es como si les hubiéramos votado.

Es evidente que ésta es otra de esas incongruencias que intentan medio disimular los de Roma. Como la de asistir a los pobres pero tener una de las mayores riquezas del mundo, o defender a capa y espada la vida de los pobrecitos embriones pero ignorar la de los africanos muriendo de sida.

Sobre esa cuestión, leo una buena noticia: los grupos parlamentarios de IU-ICV y ERC instan al congreso, mediante una proposición no de ley, para que rechacen públicamente las declaraciones del Papa sobre el uso del preservativo en África. Lo piden “por responsabilidad, por ética y por una cuestión moral”. En ello le seguiríamos los pasos al gobierno belga, que el 2 de abril manifestó su rechazo institucional.

No obstante, aunque aún no se sabe si el gobierno le hará ese desaire tan oportuno a sus palabras, los que ya lo han hecho, y por adelantado, son el arzobispado de Madrid (con Rouco a la cabeza) y del Burgos (presidido por Francisco Gil). Y es que ambas instituciones eclesiásticas han decidido que a la hora de invertir no cuentan las ideologías, así que invierten no sólo en anticonceptivos, sino también en esas pastillitas azules, con las que parece que se lo pasan tan bien algunos beneficiarios de ciertas edades que, por regla general, no tienen ni la más ligera intención de procrear.

La otra buena noticia es que, por fin, y según dicen, por presión del propio Vaticano, la conferencia episcopal y su cadena de radio le han retirado el apoyo al abominable Jiménez Losantos. No será la forma de callarlo, naturalmente, que doña Espe, agradecida por todo el apoyo que le ha brindado, le ha dado una frecuencia para él solito (bueno, con su compañero de fatigas Pedro J. y con su seguidor incondicional César Vidal), desde donde podrá seguir mintiendo cuanto quiera.

Lo suyo les habrá costado decidir que no se le renueva el contrato, porque el presidente de la conferencia episcopal parece más bien cortado por el mismo patrón que Losantos. Cada vez que abre la boca es para soltar majaderías, una tras otra. Así, por ejemplo, se lanza en contra del aborto, no sólo con los argumentos que ya sabemos todos (linces incluidos), sino hablando de “ese crimen” como el culpable de “ensombrecer la historia de la humanidad”. En cambio, no comenta nada de las conversiones de ‘infieles’, con toda la razón que da la sangre; curiosamente, no dice tampoco nada de las matanzas salvajes que cometió la Inquisición (a la que llamaban santa, para más cachondeo, y así nos va); tampoco se refiere a los genocidios que los regímenes de Franco o Hitler cometieron con el apoyo de la iglesia. Debe de ser que la asignatura de Educación para la Ciudadanía les molesta tantísimo porque querían dar una versión ligeramente distinta de la historia. La versión de la libre amnesia.

Pues no sé el resto, pero yo sigo pensando como el bueno de Astérix: están locos estos romanos.


El baile truncado

:




Hoy salí de casa dispuesta a disfrutar de un día bonito. Es el Día Internacional de la Danza: pareciera como si la ciudad debiera vestirse sus mejores galas, lucir sus más intensos verdes, y celebrar por todo lo alto este día del arte del movimiento. La ciudad sabe de eso… A veces con prisas sin concierto, y a veces al compás, Barcelona siempre palpita. Era un bonito día para que la danza, delicada o intensa, sutil o pasional, tomara hoy la ciudad.

Andaba yo ensimismada en el autobús, pensando en qué bailes de qué vídeos casarían mejor con el blog: ¿clásico, flamenco, contemporáneo…?, ¿gustará la danza por allí? En eso estaba cuando abro, sin mucha concentración, el diario. Y mi alegre movimiento mental se para en seco. El pálpito urbano. Una bailarina pide una escalera para descender de su relevé. Ha muerto Javier Ortiz.

Ortiz, columnista del Público, fue un personaje de ésos que nacen con la loable vocación de incomodar al injusto, al aprovechado, al hipócrita, al caradura… y que, por lo tanto, hacen del mundo un lugar más amable. Su mérito es mayor en tanto que consigue no separar el dedo de la llaga ajena, con absoluta independencia y sin casarse ni con su sombra, pero sin perder el sentido del humor. Es decir, mantiene el ojo avizor para que no nos tomen ni una mijita el pelo, la lía parda con los lobos ésos que andan con piel de cordero, y consigue seguir de buenas. Mente brillante, verbo ágil y alma noble, pero siempre con la sonrisa pronta.

Entre los signos de buen humor, hoy, sin duda, destaca el hecho de que, en vida, escribiera su propio obituario, con el mismo tono humorístico con que le leímos en tantas ocasiones, para evitarle el trabajo a un redactorcillo que hiciera una necrológica “de circunstancias”. Decía de sí mismo en tan peculiar escrito que “se dedicó con gran entusiasmo a cultivar el noble género del panfleto. Sin parar. A diario. Año tras año.”



Mientras otros fueron cambiando por el camino, él mantuvo de principio a fin su coherencia. También hasta el fin su responsabilidad extrema, con el periódico pero sobre todo con sus lectores y consigo: ayer mismo salió publicada su última columna, dictada ya a media voz desde la cama del hospital. Acababa esa forma tan particular de panegírico con una última burla: “En fin, otro puesto de trabajo disponible. Algo es algo.”

Lanza Isaac Rosa, desde el mismo diario que me atizó con la noticia, unas líneas que me llegan al alma por poderes:

“Javier contaba que alguna vez hizo de negro para otros. Pienso que el mejor homenaje que podemos hacerle es convertirnos en sus negros, escribir por él, para que no se note que no está, para que no vivan tranquilos los muchos corruptos y necios a quienes señaló, y para que no se alivien las llagas sobre las que siempre puso su dedo afilado.”

Quisiera escribir ahora un fundido a negros, para que todo ello permanezca…

Pero así es como hoy se ha detenido en seco mi celebración de la existencia de la danza. Otro día, quizás. Hoy cualquier movimiento lleva a Ortiz en su alma. Y lo que a primera hora se anunciaba como una ciudad pletórica, ha acabado como un callejón, entregado a su oscuridad, con-movido, truncado por ese cachito de muerte de la palabra.


Pinturas: Mabel Camerlingo
(gracias por tu gentileza, Mabel)


AÑADO: Por ahí hubo quien se quedó con ganas de leer alguna de sus columnas. Aquí podéis acceder a una de ellas, mediante el blog de Diario en crisis, que ha tenido la gentileza de permitirme este link.
.

La puerta prometida




Vivo, parece,
Cerca de un azar,
Próxima a una sorpresa amable,
Quizás una de estas ráfagas
haya de devolverme la vida.

Vivo, o algo similar,
En pleno sofá MÍO,
Tiene artrosis en las tripas
Pero es MI sofá.
Tengo, además, una tele
Que funciona a medio gas
Pero es MI tele y de ella salen
Sueños y compañías de ficción.
Tengo un mando con el que mando
Cuanto quiero. Ahora, sin ir más lejos,
Le ordeno que se calle para oírme mejor.



A MÍ,
Todo lo MÍO,
Que crece o decrece,
Suma o me empequeñece.
Y esto, si rima, es porque me apetece.

Tengo unas ganas de llorar
Que no suelto porque no quiero,
Porque detesto la humedad,
Unos cigarros que se me fuman
Porque se lo mando,
Una cerveza fría

(aunque ya me toca comprar).
Tengo una amenaza de café
Porque me duermo
Libros que me esperan
Luciérnagas de pensamientos
Orejas dispuestas a escuchar.

Soy libre
Y soy tirana

Y lo que tengo
Y lo que perdí
Siempre me acompaña.

Habrá quien diga que no tengo gran cosa
Y habrá quien diga que me he de conformar.
Pero ni unos ni otros saben que he soñado una puerta
Vieja, de madera caducada,
Pero esa puerta tiene el otro lado
Y ya la he vuelto del todo MÍA.













(Como MI mando,
MI libro,
MI tele,
Y toda esta soledad
Que, no sé por qué,
Parece tan MÍA.)

:

:
Yo, arrebato de cazar futuros,
Ella, promesas de engullirme.
Disparo con MI mando
Desde MI sofá.
Sueño la puntería que abra MI puerta,
la luz discreta en su perfil,
quedaré hueca de memorias
vacía de pasados, de silencios,
memoria de muertos o de peces,
algo pasó, algo aprendí,
ni datos ni presentes,
sólo, estrictamente, único,
sólo los afectos quedarán de MÍ.

Porque quiero, porque puedo
Porque sé, porque tengo,
Y sobre todo porque soñé
Que este sofá ya no lo quiero
Que me hastía la cerveza que me fumé
Que la tele no se abre si no me miento,
Ni yo la miro ni ella me ve.


(aquí construyo un FIN)








Pero ¡oíd, yo lo proclamo!
Esta puerta que se quiere abrir
Con MI casi nada
Mis afectos, lo que no tengo, lo que sufrí,
Está ya en todas partes,





Su pomo de óxido


sus grietas oscuras

sus futuros azules
residen en MÍ

(aunque no tenga llave).






(Echaré MI otoño MÍO
de esta primavera
y poco a poco, lo sé,
la puerta y yo
volveremos a reír.)



(Aquí me alcanzará cuando quiera el FIN)











Rarezas (I)



En esta sección me gustaría proponer algunas piezas musicales, de aquellas que habitualmente no podemos oír en los ‘40 principales’. No encontraremos un solo estilo musical, porque el único requisito para andar por aquí es que me haya llamado la atención y tenga una difusión más o menos deficiente. Espero que os guste.

Ara Malikian nació en el Líbano, país que fue azotado primero por una guerra civil, y más adelante por un conflicto bélico debido a la invasión israelí. Esta peculiar circunstancia motivó que el niño Malikian pasara larguísimas horas en los refugios, momentos que aprovechaba para practicar incansablemente con su violín. Obtuvo becas de estudios para las escuelas de música más prestigiosas de Europa, hasta llegar a convertirse en el virtuoso increíble que es ahora.


El músico siempre ha permanecido abierto a todas las culturas musicales por las que ha pasado, por lo que se pueden distinguir influencias de sus raíces armenias, pero también árabes, judías, gitanas… y, más recientemente, del flamenco. Por ello sus creaciones aportan un lenguaje muy personal, además de una calidad incuestionable. Espero que os guste.








Stacey Kent también hace una propuesta musical muy particular. De origen neoyorquino, conoció al saxofonista Jim Tomlinson, con el que se casaría también musicalmente, en Inglaterra. La voz peculiar de Stacey, de sonoridad muy suave, con cadencias de tono muy íntimo, se fusiona espléndidamente con las creaciones de Tomlinson, que tienen como resultado unas piezas muy personales, con influencias de bossanova, pop francés y jazz. The Gentle Rain es una de mis canciones favoritas de este dúo y una de las que me parecen más cálidas. Espero que la disfrutéis.




Materia poética (Carta gráfica para que todo siga igual)

.
Digo que amo la poesía,

Pero cada tanto,

(Una vez al día)

¡qué fastidio de blandura!

Miradas labios olvidos

Soledad

lo oscuro

y mis anaqueles.





Dónde escondí la celebración,


El gesto


La alegría


El sol

El niño que canta

O el recuerdo de aquél

Tan buen masaje

Un domingo por la mañana.




Digo que amo la poesía,

Y a lo mejor por eso

la aparto de lo feo.

Virus porcinos asesinando humanos en América

(¿acaso puede haber algo más feo?)

“Hoy es un gran día.

Inauguramos una pandemia. ¡Viva!”

Celebran los laboratorios.

Gazas (que viven en el recuerdo más reciente,
agazapadas de puro desaliento

Dolores (poco metafísicos)

Horrorosos bajitos

De bigotes obscenos

Proclamando su infalibilidad

(¿cómo? ¿merecen

una helmintiasis?)

Viejas plastificadas,

Luciendo diamantes de pura sangre

Y pieles de asesinato con caché

Linces a los que equivocaron su ubicación

Putas sin dientes

Y con caries en el alma

África muriendo de amor

De amor sin plástico, que ya se gastó,

Hipotecas despeñándose

Sobre familias maniatadas

Luces apagadas

diez minutos

Como si eso fuera a salvar el mundo

De tanta ambición.

Y un Papa que reza a Santo Dúrex,

Para que le salve de su mentira,

Si puede ser, a comisión.


“Todo está controlado”

Proclaman

“Es culpa de ellos”

(¿tiran la primera piedra? Qué valor.)

Urge salvar banqueros

Que cuatro millones son nada

nada de nada, como nada el tiburón

Y como nada el pez chico

Que sigue sin comerse al grande

Porque no dejan que vea

Que mil chicos podrían,

Que tienen tamaño Himalaya

Y no habría bestia parda

con bigote obsceno ni con barba acobardada,

Que se les resistiera

Si pudieran

Si quisieran

Si supieran

O les dejaran poder, querer, saber.


Por eso hay que decir, querida poesía,

Aunque sea un terrible fastidio,

Nútrete de blandura

De belleza

De mal de amores,

del color de los cerezos

Que te importe la soledad

Que te afecte lo oscuro.

Porque si sales ahí fuera

Temo que gane el pesar.

Y mueras de tristeza.


Los raseros de la legalidad



No seré yo la que defienda la necesidad de seguir siempre, a rajatabla, todas las normativas, que para eso siempre ha habido y siempre habrá normas absurdas. Y no sólo hablo de leyes y leyecillas, sino de las normas internas que rigen el funcionamiento de espacios y colectivos. Toda norma debería contemplar un margen de flexibilidad, siempre que quede garantizado que no se afecta a otros miembros de la sociedad.

Pues bien, respecto a la aplicación de las normas, hay dos casos de estos días que me han chocado, y que me hacen pensar en cómo funcionan los raseros de legalidad.

Uno. No soy en absoluto seguidora del fútbol. Más allá del deporte en sí, me parece inmoral que se manejen cifras tan astronómicas para lo que no deja de ser un juego de pelota. Que los presupuestos anuales de los equipos más fuertes superen a los de algunos departamentos gubernamentales, o que sean superiores a los del PIB de países pequeños, me escandaliza, así que no tengo previsto tener un gran interés por el tema en un futuro próximo.
No obstante, estos días en cualquier noticiero aparecía una escena impactante, al menos para mí, que no estoy acostumbrada a estas demostraciones de brutalidad. Me refiero a las agresiones que cometió un tal Pepe sobre dos jugadores rivales.
Hoy me he enterado de la pena que se le ha impuesto: una sanción de unos cuantos partidos (¿diez?). No tengo idea de si ese tipo de castigo tiene efectos económicos, francamente, espero que sí, porque de no ser así su sanción consistiría en unas cuantas semanas de vacaciones y una reprimenda del entrenador.
Y yo me pregunto: si ese jugador ha agredido claramente a otros, ¿por qué no actúa la justicia, como en cualquier otro caso? ¿Es que una vez se traspasan las puertas del campo de fútbol hay una especie de inmunidad diplomática? ¿Pasa como con los consulados, que ahí rigen otras leyes? ¿Podemos pagar con nuestros impuestos la presencia de policía en los partidos pero no les afecta el código penal porque son más diferentes que nosotros?
No hay duda, se nota que los del fútbol tienen pelotas…




gaviota .... . (más) . . . . política . .. . (igual a.....)

Dos. Hay una norma, de rezagada legislación, que viene a decir que: “las Administraciones deben tomas medidas para la retirada de escudos, placas y otros objetos y menciones conmemorativas de exaltación de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión”. Parece una perogrullada tener que dictar una ley que dice algo tan básico para cualquier estado de derecho. Debo tener algo de pitonisa, porque adivino qué grupo político ha hecho que fijar por escrito lo que dicta el sentido común sea imprescindible. Y, mira por dónde, tiene algo que ver con el Pepe de antes, también hacen uso de las pelotas y también tienen impunidad para pasarse determinadas normas por el forro.

Sigo. Otra norma parece ser que dice que es obligatorio el voto en los plenos de las diputaciones.
Pues bien, recientemente parece ser que a alguien por fin se le ocurrió que ya tocaba, y por lo menos en cumplimiento de la ley que se resume más arriba, retirarle la medalla de oro que le concedió Guadalajara a Francisco Franco en 1961. La moción fue presentada por el único
diputado de IU en la provincia. Fue votada a favor por todos los grupos políticos, a excepción de… adivina adivinanza… el PP, que optaron por saltarse la norma de los plenos a la torera (“pa chulos ellos”), por cuestionar la validez de la ley que se exponía antes y, en consecuencia, por cometer dos irregularidades con tal de no intervenir en la retirada de los honores a ese gran asesino, de personas y culturas, que fue Franco.

¿Soy yo muy torpe o se merecen al menos unos partidillos de sanción?

Conclusión. Lo que desde mi punto de vista, ignorante y seguramente ingenuo, debiera dictarse ya de oficio (¿desde cuándo hay que votar para preguntarse si se cumple una ley? En Guadalajara o en Tegucigalpa; ¿y desde cuándo un agresor queda excluido del código penal? Sea futbolista o repartidor de butano), resulta que tiene una serie de entresijos, matices y vericuetos varios que hacen que sea aplicable a pies juntillas en unos casos y no en otros. Eso sí, si yo me salto en un par de km/h el límite de velocidad a la entrada de mi ciudad, veremos qué me pasa.

Moraleja. No hay nada como tener muchas P en tu nombre para poder hacer lo que te dé la real gana.

En compañía de Bartleby



Sólo un genio de la categoría de Enrique Vila-Matas puede permitirse escribir un libro entero a base de notas al pie y resultar apasionante.

Y sólo un escritor tan creativo, tan anómalo e irreverente como él es capaz de dedicarle un libro enterito al mérito de la no escritura. Al abandono premeditado del uso de la pluma. Así, durante las 218 páginas que tiene la edición de Anagrama (Quinteto) que me han prestado, el narrador va centrándose en cada uno de los ex escritores para referir ese momento lúcido de afiliación a lo que denomina la “secta involuntaria del No”. Desde Rimbaud a Rulfo. Desde Hölderlin a Salinger. Su alta conciencia artística parece que les conduce a la más elevada de las opciones literarias: su ausencia.

Exactamente 86 notas. Cada una cobra sentido en sí misma. Una micro-novela acerca de lo más representativo del “laberinto del NO” de cada uno de los autores y, como siempre, con esa prosa suya impecable, estimulante, extraordinaria. Se aborda la cuestión, no tanto del porqué dejan de escribir, sino de las excusas que aportan a los medios para hacerlo. En este sentido, es una verdadera delicia el “tío Celerino” de Rulfo que, al tener la poca delicadeza de morirse, lo deja a éste sin su única musa. Aparecen en el libro multitud de tíos Celerinos, algunos hilarantes, otros cercanos a la tragedia. Y es así como el narrador de Bartleby y compañía va construyendo un trabajo de coleccionista, de pseudo-ensayo de la negación.

La única causa de no-escritura que obvia en el libro es la de la muerte. Sólo hace una excepción con Jacques Vaché porque tuvo la inteligencia de escribir una frase genial antes de suicidarse (por otra parte, gesto indigno a los ojos del narrador): “El arte es una estupidez”.
Rulfo

Con total coherencia con su apuesta por la literatura del No, tiene palabras de elogio y admiración hacia el artista sin obra. Cita como caso paradigmático el de Pepín Bello, que tuvo el acierto de ser amigo de buena parte de los miembros de la generación del 27, rasgo que le permitió el lujo de ser considerado artista, y en cambio no crear. A esta altura cita a Vidal-Folch. Genial:

“Tener una mentalidad artística y negarse a darle vía libre conduce a dos caminos: uno, el sentimiento de frustración (…), otro, mucho menos extendido (…), es el que dirige los pasos de Pepín Bello: renunciar sin lamentaciones a la manifestación de los propios dones puede ser una virtud espiritualmente aristocrática (…) tiene algo ya de divino.”

El espíritu del No dignifica al hombre, lo aleja de la vulgaridad del criterio del público mayoritario, ése que consume literatura de la que podríamos llamar “de mentirijillas”, las últimas novedades, y demás. “Los libros malos son un veneno intelectual que destruye el espíritu” (cita a Schopenhauer). Es más: “Porque todos los hombres que dicen que , mienten” (cita a Melville, creador, por cierto, del personaje que da título a la novela).

Creo que casi todos los lectores se deben de haber preguntado a una u otra altura de este libro si los datos, las declaraciones que se citan son reales o ficción. Seguro que incluso hay quien los ha cotejado. No es mi caso, lo siento. No puedo aclarar si, por ejemplo, ese ya entrañable tío Celerino existió, si fue una ficción de Rulfo o una ficción de Vila-Matas sobre la ficción de Rulfo. El caso es que cuando se lea, se disfrute como si fueran las tres opciones a un tiempo, que para ello el autor nos da elementos de sobra. Mi intuición me dice que hay un poquito de cada, e incluso opciones que no son ni lo uno ni lo otro, que para eso el autor de El viaje vertical o de Extraña forma de vida es un gran mago. Un gazpacho de realidades. Pero no tengo claro que eso importe. En la otra dimensión digamos, en la de la “literatura superior”, la bartlebyana, todo lo que leemos es milimétricamente cierto, y le da un nuevo sentido a este lado de la verdad.


En esta obra, pues, se puede decir que habita y toma sentido la paradoja. Un libro escrito sobre la no escritura (el ‘síndrome Bartleby’), a base de notas al pie (¿al pie de qué, perdón?), sin un texto al que complementar, y donde defiende que esa actitud de la negación es la única forma atractiva y viable del futuro de la literatura. Un libro donde se literaturiza sobre los autores de ficción que no escriben. Casi nada. Paradoja pura, pero tan llena de sentido… Quizás ésta sea la muy particular forma de habitar en el laberinto del No de Vila-Matas. Lo que sí tengo ya claro, es que a mí, que no era ni del Sí ni del No ni del todo lo contrario, me ha convertido en una lectora con vocación del No.

Y para ya acabar, cito la última frase del libro, contundente y redonda, porque ahora mismo me hace muchísima ilusión contagiarme de vila-matismo.

“Muchos años después diría Beckett que hasta las palabras nos abandonan y con eso queda dicho todo”.


Revisió de Sant Jordi: les dues morts i mitja



Dia 23 d’abril. Sant Jordi. Plourà, com altres anys? Algú em regalarà una rosa ?
Fa molts anys, aquest dia per a mi tenia el seu encant : acostumava a sortir de casa amb un cabàs enorme. Passejava per tot el centre, entusiasmada per poder comprar llibres (queien vàries desenes) amb descompte. No puc pas dir que ara tingui gaire més recursos que en aquella jovenesa entusiasmada. Però ara prescindiria amb gust del descompte...; no, perdó: ara pagaria amb gust per tal de no trobar-me amb aquella gentada al centre el dia del “patró”.

I no estarà de més que, seguint els vells costums, li donem una ullada a l’esdeveniment per veure si val la pena celebrar.

Un cop més, i com tantes “celebracions”, són diades més del consumisme que no pas de la gent (i si no, que algú m’expliqui com és possible que un dia tan assenyalat no sigui festiu: està ben clar, quan el nostre sant patró ens visita en cap de setmana, les vendes −que en un sol dia suposen un percentatge suculent respecte tot l’any− pateixen una davallada dramàtica). No deu estar tot tan resolt, i si ens donen festa s’acaba en un vist i no vist amb la tradició.

Així doncs, i des de fa una bona pila d’anys, els catalans ens regalem entre nosaltres roses –a les dones− i llibres −als homes−. Per començar, i de ben segur que hi haurà a qui li sembli agafat pels pèls, em sembla francament injust: les dones obtenen el símbol de la bellesa, els homes el del coneixement. Per no referir-nos a l’exclusió total de la tradició d’altres formes de parella diferents a l’heterosexualitat.


Molt bé, posats a consumir, i a celebrar el que s’anomena “el dia dels enamorats” a Catalunya (“i a l’heterosexualitat”, caldria afegir), consumir llibres no és el pitjor del món. La raó que el regal a l’enamorat sigui un llibre obeeix a dos fets molt assenyalats: la mort, en el mateix dia, de dos genis literaris. No sé, però, si en Cervantes i Mr. Shakespeare acabarien d’entendre que en un dia així batessin rècords de vendes els mediocres autors de bestsellers. Asseguts als trons de les millors llibreries de les ciutats, signen exemplars amb la mateixa precipitació que un empleat d’una fàbrica de productes en sèrie. Els seus editors dediquen pertot els seus millors somriures. Vigilen inquiets el rellotge: mira que en un quart entra un nou escriptor de super-vendes! Però si el consum de llibres mereix bona part del nostre respecte, no pensem el mateix del merchandising colateral. La coca de Sant Jordi. El pa de Sant Jordi. El menú de Sant Jordi. L'spà (paraula!!) de Sant Jordi. L'hotel especial de Sant Jordi. I no descarto que, a poc que busquem, vagin sortint apostes cada cop més altes. Si el Quixot aixequés el cap, de ben segur que els combatria com a perillosíssims molins de vent!



I les roses? Els homes les regalen a les seves enamorades (s’hauria d’afegir, a veu baixa, que no tot val: només dones! I només una beneficiària! Llevat de les que tinguin edat o condició de filla, mare, sogra o similars). El regal de les roses correspon a la llegenda mitjaval sobre el nostre patró. Caldria dir que el protagonista no emprèn el seu camí des del Vallès o el Segrià: la llegenda més repetida el situa a la Capadòcia (Turquia). Aquí hi ha un salt en les coordenades temps-espai (es veu que Sant Jordi havia llegit molt a Einstein). Trobem un voraç drac pels volts de Montblanc (província de Tarragona) i el Rei, un cop se li han acabat les ovelles al poble, proposa que s’entreguin els fills, segons l’ordre que dicti l’atzar. Fantàstic, com les decisions les prenen els pares (especialment els de sang blavosa), no es proposen ells com a berenar de drac, sinó els fills. Devien tenir coneixements de veterinària draconiana, i ja havien verificat que la carn de majors de trenta anys causaven úlcera gàstrica a la pobre bestioleta. En definitiva, un bon dia li toca el torn a la princesa, la filla del rei. El fill del camperol, que a més no devia ser gaire agraciat, és una pèrdua d’importància relativa. Però això sí, la prota de sang blava, tan mona ella... això sí hagués estat una injustícia! sort que va venir el cavaller. I aquest noi, tan ferotge com per enfrontar-se al drac, va tenir un comportament curiós. Aconsegueix sotmetre’l, i el passeja, lligat com si fos un gos, pel poble, per escarni definitiu de la bèstia. Podria haver-se acontentat amb això; en tot cas, podia obligar-lo a seguir una saníssima dieta vegetariana. Però no. És aleshores que li clava la llança i li talla el cap. Aquest es el nostre heroi, el símbol de valentia. Es deu poder considerar el primer torero??? El cas és que l’hematòcrit del drac devia tenir una forma d’hipercolesterolèmia ben curiosa, perquè tan bon punt una gota de sang va caure a terra, va sorgir un roser d’allò més formós. El Jordi, que encara no es considerava del tot sant, va agafar una rosa i li va regalar a la princesa.



Així que quan ens regalen la floreta del dia, estem celebrant no la salvació de la noia, sinó que el drac va vessar sang de forma florida. Que el cavaller va trobar que la noia era prou maca, o tenia prou béns –adquirits ves a saber com, que dureses d’agafar patates al camp no tenia− com per córrer riscos ell tot sol, quan el poble, ni en coordinació de treball en equip, no tenia prou coratge −o era simplement prudent−. Finalment, celebrem que aquell cavaller va recomanar al rei que afavorís les esglésies i els clergues en comptes de donar-li terres a ell, motiu pel qual el van santificar. Ja ho diuen que, pagant, Sant Pere canta. Aquell dia, Sant Pere va fer "gorgoritos" fins a caure rebentat.

Si Hamlet aixequés el cap, de ben segur que faria alguns canvis, com ara:

To pink or not to pink

És curiós com aquesta mateixa llegenda s’explica com a pròpia en llocs tan distants de Catalunya com ara Líbia o el Japó. Serà el sant patró d'aquells llunyans indrets?? Si avui vas a menjar sushi et trobes una floreta al plat?? El pitjor fóra que et portessin un compte de tamany llibre!!

I a mi, que cada vegada em cau millor el drac... I que Sant Jordi em sembla més aviat talòs. Si és que està clar: cal desconfiar dels santificats, però especialment dels que tinguin mèrits que inclouen qualsevol tipus d’assassinat. I amb la del drac, ja són tres les morts (accepto fins a les dues i mitja, no menys) que se celebren en aquest dia. No serà que a Cervantes i Shakespeare els va anar a buscar l’animalot del Jordi, oi??

Tot i així, desitjo que gaudiu d’aquest dia especial. Que els vostres enamorats us omplin de roses i llibres. I que algun dels nombrosos Jordis que corren per aquí us convidin a alguna cosa. Només us demano que no perdeu de vista el que és important d’aquest dia: visca els dracs, visca la literatura i, sobretot, visca la república, encara que no doni noies de mans tan fines (o potser precisament per això!). Ah! I les meves felicitacions a la pantera rosa!


NOTA: Jo sóc la conseqüència de la victòria de la política anti-catalana del franquisme. No ho puc evitar: m'expresso molt millor i amb més facilitat en castellà. Avui, però, he volgut fer una excepció. I no perquè m'impressionin gaire els patrons o els sants. Però és un bon dia per demostrar l'amor per aquestes terres i les seves gents. El meu cor, avui, és de color rosa.


.

LA CADENA PERPETUA DEL MATRIMONIO o el castigo de ser pobre


Aunque hay una tendencia clara a que no sean matrimonios de firma y, desde luego, a que no sean perpetuos. Eso de que hasta que nos separe la muerte, sí, decididamente, pero la muerte del amor.

Y pasa que cuando llega la pobreza, nos aguantamos peor a nosotros mismos. Si podemos adquirir menos instantes de “felicidad”, el tedio se lleva por delante la complicidad de la pareja. Si no premiamos el sudor de nuestra frente con cenas de restaurante, escapadas de fin de semana, caprichos varios, vacaciones estupendas… parece que todo pierde mucho más sentido. Y entonces compartimos sofá, con malas caras y peleas por el mando de la tele, nos reñimos mutuamente porque “si ya tienes mil bolsos!, ¿necesitabas otro??? o “¿no podrías ir a trabajar en metro?, ¿sabes cuánto gastas en gasolina?”. Por no hablar del adaptarse a las lentejas frente a la ternera, y a los palitos de pescado congelado. Todo eso que salen ganando las terneras. Parece que ajustarse el cinturón nos acerca al reproche. Y, como señala el conductismo, acabamos por asociar nuestras propias miserias, los miedos o las tensiones en el trabajo, las frustraciones, con lo que tenemos más a mano para desahogarnos: nuestras parejas. Ya decía el poeta aquello de que “cuando la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana”. Lo que no dijo es que salía pitando, con ánimo suicida, cualquier cosa antes de permanecer sobrellevando el espejo de tanto naufragio.

Curiosamente, y como hemos oído todos, la crisis ha hecho que disminuyan drásticamente los divorcios y las separaciones. Lo que confirma que cuando peor estamos con nuestras parejas, cuanto más insufrible se nos hace compartir esos momentos difíciles, la falta de recursos económicos supone el castigo de tener que permanecer. La “perpetuidad” a la que alude el título es, desde luego, una exageración, pero cuando sufrimos, hay que decir que un solo día parece una eternidad. ¿Somos pobres? pues hay que aguantar sin remedio. Me parece una tortura terrible.



Soy seguidora entusiasta del programa de El Intermedio, de la Sexta, y de su ironía, su cinismo, su valentía y, por supuesto, de su humor mordaz y descarado. Una de mis secciones favoritas es la encuesta que hace Thais Villas, sobre temas de lo más dispares, en un barrio rico y en un barrio pobre. Con frecuencia, lo que parecen estereotipos acaban por resultar verdades como puños. Incluso aunque contemos con que se escogen premeditadamente las respuestas que resulten más adecuadas.


Pues bien, en el programa del pasado lunes (20/04/09) me chocaron muchísimo las respuestas de ambos lados de la ciudad. El común denominador fue que una mayoría aplastante de los entrevistados se separarían sin pensarlo si dispusieran de recursos económicos suficientes. Me pareció que, además, esta admisión frente a una cámara suponía que había llegado un punto en la relación en que ya daba todo igual. Ya no era una pareja, sino un matrimodio. Casi agradecí haberme separado siglos antes. Con una mano delante y otra detrás, con una bebita a cuestas, pero sin el terror de la palabra crisis revoloteando sobre mi cabeza. Obviamente, aún hay quien le agradece a la crisis que no se cometan nuevas "inmoralidades". Pero de algo tan Rouco-simplista no nos vamos a ocupar ahora.

Asistir a la evidencia de que tanta gente, de situaciones y tipos tan distintos, vivían en esa condena del desamor me confirmó lo que ya sabía: en general, no sabemos amar. Hemos heredado unas convenciones que nos tienen engañados. Con frecuencia confundimos enamoramiento con amor, que es casi tan absurdo como lo que veíamos antes, lo de confundir felicidad con traje nuevo o con cena a base de ostras. Las hormonas del enamoramiento dicen los científicos que duran un máximo de cuatro años. Después es fisiológicamente imposible permanecer enamorado. ¿Y después qué? Yo creo que es la prueba de fuego definitiva: o tenemos suficientes puntos en común, nos aportamos, nos enriquecemos mutuamente, o el sentimiento –o el subidón hormonal, como se prefiera llamar- decae sin remedio. Aun así, aunque a esa etapa suceda lo que yo considero amor “de verdad” (verdad de la buena), hay una crisis en la consideración del otro. “Ya no siento lo mismo”, nos decimos. “¿Por qué ya no siento un gusano en la tripa?”, nos cantaban a dos voces hace un tiempo ya. En mi opinión, hay que concederse el espacio para recibir de la otra persona en otro lenguaje, que ya no nos entra por la vía de los poros.

Lo más probable es que el proceso (desenamoramiento, darle paso al amor) no se viva a un tiempo por parte de los dos afectados. Y ahí es cuando uno empieza a sufrir, y el otro empieza a agobiarse. Qué momento más duro, de uno y otro lado. Superar esta etapa supone grandes dosis de tolerancia, comprensión, empatía y respeto. Digamos que no son cualidades que proliferen, y menos aún en los dos miembros a un tiempo. Es ése un momento muy frágil. El amor cojea, porque cada pierna está en un momento distinto, y el menor obstáculo puede suponer un traspié. Cuanto más consistente sea lo consolidado, más posibilidades hay de que la pareja pueda alzarse de nuevo. Incluso después de permanecer largamente en el suelo, de ser pisoteado repetidamente.

Supongamos incluso que se supera esa prueba. La pareja se disloca el tobillo pero no llega a caer, o bien se alza de nuevo y sigue afianzando la relación. Supongamos que llega la fase de amor-amor, con menos mariposas y más realidad. Supongamos que una vez nos hemos desprovisto de las gafas rosas que nos tenían medio encegados, lo que vemos aún nos gusta. Aún lo valoramos y queremos tenerlo cerca. ¿Qué hacemos con ello?




Cupido puede morir







(más)

con gafas

+ sin gafas (menos) igual a (realidad)




Tantas veces amar supone en buena parte la renuncia a cosas que nos salen por instinto. Doblegamos, a veces alegremente y a veces con pesar, un cachito de nuestra personalidad. De tiempos compartidos con otras personas ajenas al dúo protagonista. De aficiones de las que prescindimos en el pleno fuego enamorado, y que ya no sabemos cómo recuperar sin que el otro se nos ofenda. ¿Es realmente necesario prescindir de todo aquello que era tan nuestro? ¿Sabemos tolerar determinados grados de independia en el otro?


pendencia en el oRenunciartro? ¿Habrá que saber perder piezas
para aprender a amar?

Renunci@r? Perde.r? Otrificarnos?

Y luego queda el tema más peliagudo: el de que lo que se quiere compartir con otros no es exactamente una afición. Parece evidente que la monogamia no está escrita en nuestros genes. Oía hace unos días a Punset decir que, muy probablemente, nuestras normas acerca de la monogamia responden a la inmadurez, la dependencia extrema, con la que nace el ser humano, y que requiere del cuidado de, al menos, dos personas. Así que garantizar que el padre de la criatura (porque la madre no suele retirarse de su retoño) va a seguir ahí, es fundamental para garantizar la supervivencia de la especie. Todo eso, claro, desde que tenemos un cráneo mayor (¿pensamos más?) y una pelvis empequeñecida (junto a frecuentes dolores de espalda) por habernos empecinado en andar erguidos.

Pero todos hemos notado que, con mayor o menor frecuencia, nuestros instintos no nos incitan a la fidelidad. Hemos aprendido, asimismo, que los cuernos no suelen favorecernos en absoluto. ¿Y entonces? ¿Cómo nos lo arreglamos para compatibilizar una relación amorosa y la libertad, que sigue siendo tan fundamental para el ser humano? ¿Seremos una especie extraña en la que la costumbre y la “moral” aprendida se enfrentan a los dictados de su naturaleza?

Lo que parece claro es que las fórmulas convencionales, que se formulan en el matrimonio“a cadena perpetua”, pero en buena parte también en la convivencia o en la fidelidad, ya no nos sirven del todo. ¿Y qué hacemos con ello? ¿Lo aceptamos como un convencionalismo que nos hace la vida más fácil a todos?

Es más, ¿necesitaríamos de la fidelidad si no hubiera surgido la necesidad de legar los bienes a un hijo legítimo?, ¿existiría el amor tal como lo concebimos hoy sin la intervención, en el siglo XII, de los poetas del amor cortés?, ¿existiría el romanticismo aun sin Hollywood y sin Corines Tellados?, ¿nos enamoraríamos si no interviniera la afinidad genética?, ¿sentimos porque hemos heredado los conceptos?

Bueno, todo eso me lo pregunto yo. Pero no hay que hacerme mucho caso, que por algo una lleva años y años de indecente soltería. Aun así, es posible que no esté de más preguntarse. Y hay que decir, que cuanto más vivo yo, menos me puedo responder.