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Parece una broma de mal gusto. Una manipulación extrema de alguien que le tuviera manía a algún laboratorio farmacéutico. Pero no es nada de eso: simplemente, así se consideraban las drogas hace un siglo. Puede que no tuvieran conciencia de que se trataba de drogas. O puede que sea el hombre actual el que recubre de prejuicios determinadas sustancias que, de no permanecer en la clandestinidad, no serían mucho más graves que, por decir algo, un vaso de coñac o un atracón de chocolate. No soy quién para determinar qué es bueno o deja de serlo; es más, no tengo el menor interés en determinar nada parecido. Pero hoy traigo algunas “perlas” que, cuanto menos, hacen que nos planteemos hasta qué punto la mayoría de las cosas son relativas.
En 1890, muy poco después de sacar al mercado la archifamosa Aspirina, la Bayer descubrió un jarabe de extraordinarias propiedades.
Administrado durante todo el invierno, el Jarabe Bayer de Heroína protegía de las enfermedades propias de la estación. Probablemente por este motivo, el jarabe se promocionaba especialmente para los más susceptibles de la casa: los niños.
Pero, claro, los niños desde siempre que se empeñan en coleccionar enfermedades varias, así que, además de la heroína había que inventar otra serie de medicamentos. Así, descubrieron que un poquito de cocaína iba de película para que se les pasara el dolor de los dientes. No hará falta recordar a qué edades tan tempranas les salen los dientes a los pequeños, ¿verdad? Ni a qué edad los cambian... Así de plácidos juegan los niños a los que no les molesta la dentadura:
Pero también hay que pensar en los sufridos padres de niños inquietos. Los hay moviditos desde el principio, por eso algún científico brillante ideó una medicación ideal para los niños desde recién nacidos: una estupenda mezcla a base de opio y alcohol de 46º. Y por si fuera poca la ventaja de 'tumbar' a cualquier pequeño, variando la posología podía aplacar a cualquier adulto nerviosillo.
Pronto salió la competencia: una composición prácticamente idéntica era el remedio perfecto para el asma, la bronquitis, la tos... Y si no curaba el mal, creo yo que ayudaría a pasar el mal trago más felizmente.
Las propiedades de esos productos casi mágicos eran inagotables. Aquí tenemos un maravilloso anuncio en que se anuncia la cocaína como anestésico, antiséptico, útil para las afecciones de garganta... Por ello, al pie, se dice que es imprescindible para cantantes, profesores, oradores y demás público con cuerdas vocales muy trabajadoras.
Probablemente, buena parte de los que usaran la cocaína para su garganta utilizaran también este delicado inhalador: nada menos que a base de anfetaminas. Me juego lo que sea a que los otorrinolaringólogos de la época eran los médicos más buscados...
Visto lo visto, no es de extrañar que en este fantástico regalo promocional, la gigante farmacéutica Boehringer presumiera de ser la mayor fabricante de quinina y cocaína del mundo.
Pero no todo eran aplicaciones farmacéuticas. Pronto le descubrieron también funciones más próximas al ocio. Un ejemplo de ello era el Elixir Buton de coca.
Cuando se les ocurrió unir una de esas sustancias de propiedades prodigiosas con vino, ya fue el rien ne va plus. Se tomaban su vinito, mientras que, como se lee en el siguiente anuncio, recuperaban fuerzas o curaban cualquier enfermedad nerviosa. No se podía pedir más.
De esta época, y de la combinación de vino y cocaína, salieron algunos anuncios increíbles y una multitud de aperitivos revitalizantes distintos:
Pero, sin ninguna duda, de entre todos los vinos de coca, el que era más famoso con diferencia era el Vin Mariani. Probablemente tenía una buena distribución, y también influían sus llamativos anuncios (probablemente, alguno de ellos radical y escandaloso en aquel momento).
Pero lo que hizo que el Vin Mariani cobrara tantísima fama fue la afición que le cogió enseguida el Papa León XIII.
El Papa le escribió una carta entusiasmado y agradecido al señor Mariani. Confesaba llevar siempre consigo un frasco con su vino de coca, y contaba hasta qué punto le había ayudado a recuperar fuerzas. Así las cosas, algo más tarde le concedió la medalla de oro.
Así pues, además de tratar de acercaros esta curiosidad, que a mí, desde luego, me impresionó bastante, creo que es bueno recordar que puede que las grandes verdades que esgrimimos hoy, la historia se ocupe de negarlas mañana o el siglo que viene. Y, obviamente, cabe también recordar que, porque un producto se venda en la farmacia o lo recete un médico, no es necesariamente inocuo.
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