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Primera parte.
No me gusta que llegue la Navidad y echar de menos a los que se fueron, y que la gran mesa que fue esté cada vez más vacía.
No me gusta que llegue la Navidad, y las calles se llenen de locos por comprar lo que, muy probablemente, no hará siquiera ilusión.
Detesto ser una de esas compradoras, en calles llenas, tiendas atestadas y horteradas luminosas derrochando energía para llamar al consumo.
Me sabe mal que mi peque ya no sea peque y por tanto no reciba con demasiada sorpresa ningún regalo.
No me gusta sentarme durante días ante una mesa con turrones y demás tentaciones hipercalóricas.
No me gusta que a los niños se les llene de más y más regalos, porque se les roban ilusiones y se les da el mensaje de que lo van a tener todo, e intuyo que todo eso los convierte en futuros adultos intolerantes y egoístas.
No me gusta que se corten árboles para adornar.
No me gusta que se tiña de religión una fiesta ancestral de cambio de equinoccio.
No me gusta que a los niños los visite un Santa Claus que vistió Coca-cola.
Y, sin embargo, por ese vicio que tienen los corazones de no hacerle ni caso a la cabeza, detesto quedarme sola el día de Navidad, como me ha venido pasando en los últimos años. Detesto no tener un solo regalo. Y me he acostumbrado a compartir por lo menos algo de turrón y una copa de cava por estas fechas.
Segunda parte.
Hace años –tantos que no puedo ni creerlo− me anunciaron que las 40 semanas de gestación (quien haga cuentas verá que no coinciden con esos famosos nueve meses de que se habla) finalizaban, precisamente, el día 25 de diciembre. Que de entre todos, ése era el día escogido por la que se convertiría en la persona más importante de mi vida, para llegar al mundo.
Y de pronto, sin existir siquiera, el anuncio de su llegada tiñó esas fechas de una nueva significación. Faltaba tiempo aún, pero las primeras luces navideñas parecían preparar su llegada.
Y yo, que veía el embarazo como un mal necesario para, resulta que sentía algo similar a pena de que tuviera que acabarse. La experiencia era así de intensa. Si ponía mi mano en la enorme panza, ella a su vez ponía su mano en la misma posición. Si oía una voz desconocida, reaccionaba algo inquieta. Y yo le cantaba, acariciaba su cuerpecito, y la sabía caliente, bien alimentada y, sobre todo, siempre conmigo.
Pero el anuncio estaba ahí. Las luces, las guirnaldas. Y yo, por primera vez en la historia, adorné la casa con las horteradas propias de estas fechas. Y, por si fuera poco, casi casi me sentí Virgen María, caminando por un desierto en forma de locura consumista. Y no quería que acabara ese estado en que se lleva dentro. Pero al mismo tiempo tenía impaciencia de conocerla, y de acariciar su piel con la mía, y no ya con mis entrañas. Es decir: estaba perdida. Había caído en ese estado afectivo desproporcionado, como si se pudiera unir el amor que se siente por una madre, por ejemplo, con el de un enamoramiento extremo, de ésos que te hacen perder la cabeza.
Anticipatoria en las citas, como su madre, llamó a la puerta en tal día como hoy, un 23 de diciembre. Y, fijaos lo que me hizo: desde entonces, por más que deteste las navidades, no puedo dejar de emocionarme con las primeras luces y con los adornos horteras. Sonrío ante las felicitaciones navideñas, y cuando beso a amigos y compañeros para desearles cosas buenas a quienes aprecio, parece como si escondiera un gran secreto sentimental: la alegría íntima de habernos encontrado la una a la otra.
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Conclusión
Es por eso que hoy, a pesar de todo y de tantísimas cosas que cambiaría de estas celebraciones, la Reina y yo, y nuestro peludo compañero, os deseamos Feliz Navidad.
Y esperamos que paséis estos días con los mejores ‘encuentros’ de vuestras vidas.
Un abrazo enorme a todos los que nos acompañais.
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16 comentarios:
Os abrazo a l@s 3... y sin conocerte, te conozco.
y tambien quizás, aquí, podamos sentir la alegría íntima de habernos encontrado los unos a los otros.
un beso, humano, con nuestras contradiciones, viciado, de corazón a cabeza. un año más.
Yo también os abrazo, a los tres, hasta el corazón.
Felices navidades tambien a tí y felicidades por el cumple a tu reina, que paseis unos días estupendos.hasta pronto guapas.
(Te digo un secreto, ayer fué el cumple de mi hijo que me cayó de regalo del Gordo de Navidad y mañana 24 es el cumple de Patty, mi hija pequeña,uno del 66 y la otra del 73, total que pasamos como tu las navidades en la clínica,jajajaja.)Besos guapa.
Un beso para tu Reina, otro para el Peludo y otro pata ti, Princesa entre todos nosotros.
Y tu texto, una delicia; la doble perspectiva de la Navidad.
Feliz Navidad.
Felices Fiestas para vosotros tres
Saludos
Contradictorios que somos los humanos. Pero qué verdad es todo eso. Yo odiaba las navidades hasta un año que, cuando la rúa de reyes me dije, joder, qué pena. El año que viene... Y como soy coherente dentro de un orden al año siguiente decidí sonreirle a la navidad y disfrutarla. Y comprendí entonces que por dos días que la gente está de buen humor no iba a ser yo el aguafiesta que me pusiera en plan mal rollo. Y que iba a guardar mi mala lluna solidaria por todo lo que tú explicas para ocasiones propicias en que esa energía pudiera servir para algo.
Petons a la reina, especialment avui, per tu i pel Súper-Joss. Y recuerda, querida amiga, cacerola en mano cuando Juanca comience a soltar su rollo de cada año.
Es que, querida Susana, casi todos tenemos en estos días una doble perspectiva, que tu tan bien nos cuentas.
Es así.
Besos y felicísimos días.
Carmen
Resumes de una manera magistral el sentimiento que tenemos muchos en estas fechas.
Yo también llegué a este mundo en Navidad, o sea que tengo algo en común con tu Reina.
Un abrazo fuerte para los tres.
Pilar
Con una sonrisa de afecto leo sorprendido ese acercamiento tuyo a la Navidad.
Siénteme a tu lado deseándote lo mejor, en buena compañía, felicitando a tu reina, de nuevo, sabiendo que vas a ser muy generosa con una comida especial para Joss.
un beso con cariño.
Pero qué sorpresa, qué maravillosa sorpresa...
A tu felicitación de Navidad, a lo que significa para ti la Navidad, me arrojo con todo lo que tengo, sin dudarlo un instante...
A pesar de todo y contra todo, merece la pena vivir estos días si han sido testigos de ese -y otros- encuentros. Asumir el vértigo de la dicha,
abrazos
Sois los tres afortunados por teneros mutuamente.
Un abrazo que se extienda todo el 2010 y muchos besitos
Seguramente hay muchas navidades, como hay muchas vidas, muchas miradas, aunque, en reaidad, una sóla vida y una sola mirada. Lo que habita en el corazón.
Un beso. Extendido, para que os llegue a los tres.
Susana, comparto contigo la primera parte de tu relato, de la segunda comparto un nº. el 23, este día es mi aniversario de boda (este año celebramos el 31 aniversario!) y comparto la alegría de ser madre.
Gracias por tu presencia y tu sinceridad. Tampoco tú cambies, amiga.
Que pases una feliz nochebuena y unas estupendas fiestas.
Brindemos por el amor y la paz.
Un abrazo grande
Conchi
Qué te puedo decir que no te hayan dicho ya...
En vez de un abrazo, te mando un beso gordo gordo gordo.
Susú, te siento como una trenza de luces y guirnaldas, junto a la Reina y Joss.
Las luces y las guirnaldas no están afuera, no cuelgan de los balcones, no adornan las calles.
Son ustedes tres.
Brillan.
Me hace feliz haber encontrado este año (aunque también sienta que te conozco desde siempre) una mujer así, beligerante y hermosa, pura pasión y lucidez.
Me hace feliz que estés en mi vida.
Sôlo puedo estar de acuerdo contigo, Susana, yo también ando lleno de culpas por estas fechas, oscilando entre la razôn y las emociones de la infancia, asî que va un abrazo fuerte y solidario.
Leonardo
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