Soltería I: el estado de las cosas; la complicada vida social

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Mis amigas, las más casadísimas, a veces intuyo que piensan que yo, por el hecho de llevar una temporadita de soltería, voy echando polvos mágicos cual hada, con tíos buenísimos, cachas, jóvenes, ricos, cariñosos y siempre distintos, porque cada tanto (cada taaaaanto, ¡insisto!), si les cuento alguna aventurilla encaminada a un fin lúdico-festivo, ya me están soltando cosas de ésas a lo de “qué envidia” y demás. Angelitos. Yo les cuento la verdad (por ejemplo, que la vida real no es como una temporada de Sexo en Nueva York, sino que más bien se parece a sesiones de autoafirmación de El Llanero solitario) pero o no me escuchan o no me creen o me quieren consolar, porque siguen con lo de “qué envidia”.

Pues bien, aunque ellas no me acaben de creer, aclararé que hace tiempo ya que salgo poco, casi siempre por mi barrio y casi siempre en situaciones de tête a tête. Porque eso sí que no me lo acabo de explicar. La soltería circundante cita para encuentros, pero jamás te convocan para hacer vida social. Cuando todo soltero sabe que los amigos, a ciertas edades, acostumbran a estar casados o con hijos, y que si no se sale de ese estado de tête-a-têtismo la vida es mucho más aburrida. Para que alguien te convoque a un encuentro colectivo (especialmente de solterismo), tiene que darse por lo menos una de las siguientes opciones:
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a) hacer méritos para pillar la mejor silla de platea del cielo;
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b) sentirse profundamente agradecido / en deuda con todos o parte de los convocados o bien pretender que los convocados se sientan agradecidos / en deuda con ese alguien;
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o c) –la más probable− acaba de ser plantado/a por su novio/a y cae en la cuenta de que ha permanecido en la secta parejil demasiado tiempo, ya nadie le llama para confraternizar con juergas por medio y teme que la mitad de su agenda del móvil haya caducado por migración de proveedores o similares.
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Cualquier soltero comprensivo no le va a tener en cuenta esa pseudo-desaparición y va a intentar pasárselo medianamente bien de una de las siguientes formas:
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a) aplicando la fórmula de la ducha de hombro hasta que el drama –para aquellos a los que les queda ya lejos, cosas del estilo de “dijo que merecía algo mejor, que yo era fantástico/a”, o el consabido "ya está, ya paso de los hombres/las mujeres", etc.– se repite por quinta vez, en cuyo caso tratará de traspasar el testigo a alguien con cara de buena persona;
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b) sacando una buena dosis de cinismo y a la vez resignación al compararse con el resto de los allí presentes –ejemplo de lo primero: “¿seré yo también así de friky?”; ejemplo de lo segundo, al observar que hay ‘mucha chica mona’ pero (por desgracia) todas solas: “pues lo llevo yo claro, si esa que está tan buena aún no ha encontrado el príncipe azul, para cuando me toque a mí olvidar un zapato ya andaremos con mando a distancia!”;
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c) arrasando con el mueble-bar hasta que las aleaciones humanas imposibles queden del todo anestesiadas, y una pueda encaramarse encima de una mesa a bailar con una guitarra invisible sin temer el más mínimo arrepentimiento.
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El día después es duro. No sólo por la inevitable resaca de la tercera opción. La segunda deja un ánimo lamentable. Y la primera, la de ‘aguantar’ a la víctima que se cree el ser más desgraciado del mundo, como si a los demás no nos hubiera pasado nunca nada parecido, es casi la peor, porque tiene secuelas terribles, en forma de llamada del día después para pedir disculpas y/o repetir la jugada pero sin cubatas ni relevos que hagan la cosa más suave.
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Próximamente, la segunda parte.
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10 comentarios:

Felipe Medina dijo...

"c) –la más probable− acaba de ser plantado/a por su novio/a y cae en la cuenta de que ha permanecido en la secta parejil demasiado tiempo, ya nadie le llama para confraternizar con juergas por medio y teme que la mitad de su agenda del móvil haya caducado por migración de proveedores o similares."

Como dices es la más probable, y lo del Llanero Solitario es muy posible pero hay muchísimas más opciones que sucumbir con él

UIn abrazo

mariajesusparadela dijo...

Y la maravillosa opción de la independencia más absoluta y, en caso de necesidad "comprar un servicio" ¿no la hay en Barcelona?
¿o es que no te mola?
Hay un libro de Marina Mayoral titulado "recuerda, cuerpo" con una preciosa historia de ese estilo.

m.eugènia creus-piqué dijo...

Bueno, pienso que la soltería es una opción más, he pasado dos veces por este trago y realmente me lo pasé pipa, ahora como viuda continuo soltera, y por muchos añoooossss !!!

Juan Navarro dijo...

Pues va a ser que yo veo bien esto de la soltería y la soledad (de solo), no la desolación ni el aislamiento. Y claro, con la cantidad de gente que te cruzas cada día, siempre se producen tropiezos agradables, revitalizadores y estimulantes; tanto, que los repites. Algo parecido a lo que dice María Jesús, vamos.
Un beso.

Anónimo dijo...

Por favor, la siguiente parte, que me estoy muriendo de risa!

Hablando en serio, es claro que el estado civil -si es el que al Papa le agrada- es muy tranquilizador.
Con un anillo en mano y una libreta, tienes- parece- garantía de nos ser puta, lesbiana, loquilla, psiquiátrica, fea, compleja, no compleja, mala, etc.

Vamos. Continúa con tu ensayo que me relamo. (ah, los ensayos de la Susi!) Merci.

Jordi Pascual Morant dijo...

Me divierten tus enfoques irónicos sobre la soltería, en la que me siento muy a gusto.
No puedo decir lo mismo de la vida social, que me aburre por lo general.
Sin embargo, me encantan las tertulias en reducido grupo para debatir temas escogidos. Y por encima de todo el
tête a tête si hay seducción compartida.
Evito las grandes reunions y me intrigan positivamente esas personas calladas que provocan rechazo en el grupo de trabajo, como nos comentabas en tu entrada anterior, con o sin pelo en la camiseta.

Tu inteligencia sabe encontrar motivos para reirnos de la fragilidad humana.
Como siempre un placer leerte.

PD: Yo también envidiaría ese "cada taaaaanto" si ha valido la pena.

Ciberculturalia dijo...

Pues querida pienso que una cosa es la soltería y otra bien distinta es la soledad. Aprender la independencia es estupendo.
Por otro lado me ha encantado tu entrada y espero la segunda parte.
Un beso

Eastriver dijo...

Ironías a parte, yo noté a partir de cierta edad (pongamos treinta y pocos) una inapetencia a salir de noche, a meterme en tugurios ruidosísimos, con la música horrible a tope, y lleno de humo. A meterme en sitios de esos en que ir a buscar una cerveza implica hacer cola en la barra y compartirla implica gritar a lo bestia para acabar no enterándose bien. Es la edad, ya ni dudo, pero lo cierto es que apetece más el tete a tete, apetece más la cena tranquila, pausada y en buena compañía. Lo demás lo viví y ya pasó.
Acuérdate de la canción de Las cosas del querer... solterísima, ay, qué alegría más grande, sin cuñadas... jeje. Petons molt forts.

Liquem Nuc dijo...

Mierda, acabas de hacer un radiografía de mis miedos, apunto de rozar los treinta. (Lectura recomendada: Loneliness: Human Nature and the Need for Social Connection, Cacioppo & William Patrick) Sí, sigo siendo el mismo repelente de siempre, sorry.

Hye dijo...

This is great!