
En los últimos meses ha habido un gran bombardeo de información acerca de la gripe A (o H1N1, o porcina, o como quiera llamársela). Afortunadamente, ya se dispone de alguna afirmación más tranquilizadora, como la de que sus efectos son bastante menores que los de la gripe estacional. Si todos los inviernos abrieran los telediarios diciendo las muertes que se pueden atribuir durante ese día a la gripe común, es probable que cundiera un pánico mayor al que ha habido con esta supuesta pandemia. Si se hiciera mención a todos los ingresos que ha causado, a los miles de afectados en el país, las infecciones oportunistas que se han sucedido, etc., se crearía una gran inquietud entre la población, y es posible que desde los medios de comunicación se pidiera que el gobierno interviniera de una u otra forma, por ejemplo, haciendo acopio de antivíricos o haciendo campañas de vacunaciones masivas.
Pero eso no se hace. Estamos acostumbrados a convivir con la gripe común año tras año. Sabemos que todos los inviernos se lleva a una parte de los más débiles, pero no por eso esperamos que aparezcan todos los datos en las portadas de los periódicos.
Ha llegado un punto en que la información de los medios es tan dramática y continua que mucha de la gente que me rodea ha llegado a preguntarse (y a preguntarme en ocasiones, debido a mis rudimentarios conocimientos de medicina) qué debe hacer, ya que presenta algunos síntomas virales respiratorios (mucosidad, tos…). ¿Y por qué? ¿Quién sale ganando cuando se genera este miedo aparentemente desproporcionado? No tengo una respuesta clara, pero sí sé que este virus ha presentado unas cuantas “casualidades”.
Pero eso no se hace. Estamos acostumbrados a convivir con la gripe común año tras año. Sabemos que todos los inviernos se lleva a una parte de los más débiles, pero no por eso esperamos que aparezcan todos los datos en las portadas de los periódicos.
Ha llegado un punto en que la información de los medios es tan dramática y continua que mucha de la gente que me rodea ha llegado a preguntarse (y a preguntarme en ocasiones, debido a mis rudimentarios conocimientos de medicina) qué debe hacer, ya que presenta algunos síntomas virales respiratorios (mucosidad, tos…). ¿Y por qué? ¿Quién sale ganando cuando se genera este miedo aparentemente desproporcionado? No tengo una respuesta clara, pero sí sé que este virus ha presentado unas cuantas “casualidades”.
Para empezar, se da la coincidencia de que el 9 de marzo de este mismo año la compañía farmacéutica Sanofi-Aventis anunciaba el inminente establecimiento de una planta para fabricar masivamente dosis de vacuna antigripal... casualmente, en México.

El director general de la compañía, Chris Viehbacher, en una exhibición de videncia, afirma en una nota de prensa que “Esta instalación beneficiará a la salud pública en México y la región de América Latina, en el contexto de presteza ante pandemias de gripe”. Asimismo, afirma que “la planta estará designada para pasar a la manufactura de vacuna contra gripe pandémica si la Organización Mundial de la Salud (OMS) declara una pandemia de gripe humana e identifica una cepa de gripe pandémica.” Por los motivos (poco probables por entonces) que aduce, la firma decide invertir 130 millones de dólares, a pesar de que la vacuna antigripal no parece especialmente efectiva ni lucrativa.
Otra nueva casualidad es que Sanofi se estaba enfrentando a su cuarta sentencia judicial contraria, esta vez en Barcelona, por los efectos adversos no especificados de una medicación para la menopausia, Agreal (veraliprida). Fueron muchas las afectadas por efectos extrapiramidales o neurológicos (como discinesias o Parkinson), por síndrome de abstinencia al interrumpir el tratamiento y por la gravísima depresión, con incitación al suicidio, que producía el fármaco. Éstos son los motivos de que la medicación se retirara de diversos países (aunque se sigue vendiendo en muchos otros y también por Internet). No sé gran cosa de economía, pero parece lógico que estas sentencias hubieran supuesto un descenso considerable en bolsa de sus valores; en cambio, las acciones de Sanofi a finales de marzo (tres semanas después del anuncio de la puesta en marcha de la planta de México) habían crecido un 9,8%. Más videntes, en este caso, además, inversores.
Apenas unas semanas más tarde de ese acuerdo entre la farmacéutica y México, se anuncia al mundo la pandemia por gripe A. Rápidamente la OMS la declara de grado 6 (el más elevado) e insta a la fabricación de una vacuna para su prevención.Mientras todos los laboratorios anuncian que tendrán que pasar varios meses para que se pueda producir la vacuna, se da la coincidencia de que “en México, desde hace seis meses —incluso antes de la aparición del nuevo virus—, sólo un laboratorio, el Sanofi-Aventis —y su división de vacunas Sanofi-Pasteur—, tiene todos los derechos para producir y vender dichas dosis al gobierno mexicano a fin de que pueda ser distribuida en todo el sector público de salud”. Por ello, “Así, antes de tener el producto disponible y de ser certificado por la OMS, el gobierno mexicano comprometió un gasto de 2 mil millones de pesos para la compra de 20 millones de dosis contra el virus A H1N1”, como se explica en el diario El Universal. Por tanto, sólo en ese país, las ganancias de Sanofi se prevén descomunales.
(continuará)