Mi opinión sobre la gripe A (I): algunas 'casualidades' del virus

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En los últimos meses ha habido un gran bombardeo de información acerca de la gripe A (o H1N1, o porcina, o como quiera llamársela). Afortunadamente, ya se dispone de alguna afirmación más tranquilizadora, como la de que sus efectos son bastante menores que los de la gripe estacional. Si todos los inviernos abrieran los telediarios diciendo las muertes que se pueden atribuir durante ese día a la gripe común, es probable que cundiera un pánico mayor al que ha habido con esta supuesta pandemia. Si se hiciera mención a todos los ingresos que ha causado, a los miles de afectados en el país, las infecciones oportunistas que se han sucedido, etc., se crearía una gran inquietud entre la población, y es posible que desde los medios de comunicación se pidiera que el gobierno interviniera de una u otra forma, por ejemplo, haciendo acopio de antivíricos o haciendo campañas de vacunaciones masivas.

Pero eso no se hace. Estamos acostumbrados a convivir con la gripe común año tras año. Sabemos que todos los inviernos se lleva a una parte de los más débiles, pero no por eso esperamos que aparezcan todos los datos en las portadas de los periódicos.

Ha llegado un punto en que la información de los medios es tan dramática y continua que mucha de la gente que me rodea ha llegado a preguntarse (y a preguntarme en ocasiones, debido a mis rudimentarios conocimientos de medicina) qué debe hacer, ya que presenta algunos síntomas virales respiratorios (mucosidad, tos…). ¿Y por qué? ¿Quién sale ganando cuando se genera este miedo aparentemente desproporcionado? No tengo una respuesta clara, pero sí sé que este virus ha presentado unas cuantas “casualidades”.

Para empezar, se da la coincidencia de que el 9 de marzo de este mismo año la compañía farmacéutica Sanofi-Aventis anunciaba el inminente establecimiento de una planta para fabricar masivamente dosis de vacuna antigripal... casualmente, en México.

El director general de la compañía, Chris Viehbacher, en una exhibición de videncia, afirma en una nota de prensa que “Esta instalación beneficiará a la salud pública en México y la región de América Latina, en el contexto de presteza ante pandemias de gripe”. Asimismo, afirma que “la planta estará designada para pasar a la manufactura de vacuna contra gripe pandémica si la Organización Mundial de la Salud (OMS) declara una pandemia de gripe humana e identifica una cepa de gripe pandémica.” Por los motivos (poco probables por entonces) que aduce, la firma decide
invertir 130 millones de dólares, a pesar de que la vacuna antigripal no parece especialmente efectiva ni lucrativa.

Otra nueva casualidad es que Sanofi se estaba enfrentando a su cuarta sentencia judicial contraria, esta vez en Barcelona, por los efectos adversos no especificados de una medicación para la menopausia, Agreal (veraliprida). Fueron muchas
las afectadas por efectos extrapiramidales o neurológicos (como discinesias o Parkinson), por síndrome de abstinencia al interrumpir el tratamiento y por la gravísima depresión, con incitación al suicidio, que producía el fármaco. Éstos son los motivos de que la medicación se retirara de diversos países (aunque se sigue vendiendo en muchos otros y también por Internet). No sé gran cosa de economía, pero parece lógico que estas sentencias hubieran supuesto un descenso considerable en bolsa de sus valores; en cambio, las acciones de Sanofi a finales de marzo (tres semanas después del anuncio de la puesta en marcha de la planta de México) habían crecido un 9,8%. Más videntes, en este caso, además, inversores.

Apenas unas semanas más tarde de ese acuerdo entre la farmacéutica y México, se anuncia al mundo la pandemia por gripe A. Rápidamente la OMS la declara de grado 6 (el más elevado) e insta a la fabricación de una vacuna para su prevención.Mientras todos los laboratorios anuncian que tendrán que pasar varios meses para que se pueda producir la vacuna, se da la coincidencia de que “en México, desde hace seis meses —incluso antes de la aparición del nuevo virus—, sólo un laboratorio, el Sanofi-Aventis —y su división de vacunas Sanofi-Pasteur—, tiene todos los derechos para producir y vender dichas dosis al gobierno mexicano a fin de que pueda ser distribuida en todo el sector público de salud”. Por ello, “Así, antes de tener el producto disponible y de ser certificado por la OMS, el gobierno mexicano comprometió un gasto de 2 mil millones de pesos para la compra de 20 millones de dosis contra el virus A H1N1”, como se explica en el diario
El Universal. Por tanto, sólo en ese país, las ganancias de Sanofi se prevén descomunales.
(continuará)

Cosas para las que no da mi coco (IV)

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Intentaba hace muchos años escribir algo a medio camino entre ciencia-ficción y literatura (ejem) fantástica. A medio camino sobre todo porque jamás entendí bien la diferencia, ni me acaba de importar tampoco.

Empecé, en mi línea, con una descripción del mundo del personaje. Y en breve me quedé atascada con una sola de sus paredes. Literalmente. Imaginé cómo su pared era un regalo lleno de naturaleza: imagen viva, sonido, movimiento. Tan natural me parecía que tantos años después sigo sin entender que aún no se haya inventado.

Se trataría de grandísimas pantallas en que se reproduciría permanentemente un paisaje elegido: sus noches y sus días, sus atardeceres, su fauna rara, sus días de viento o de lluvia. Vivimos tan rodeados de cemento, en espacios cada vez más pequeños y locos: una ventana (gigante) a la hermosura. Quizás alguien pudiera imaginar un mar o incluso una plaza agradable de una ciudad. Habría quien elegiría rodearse siempre de verano (trópico, por ejemplo) o del sosiego de un desierto.

Con el tiempo, seguro que llegaría el momento de vivir en una pantalla de 360 grados. Una Géode mágica, con su cielo abierto a las nubes o a las estrellas. Quizás alguien inventara pequeños ventiladores con que emular los diferentes grados de viento y que se insertaran, completamente disimulados, entre las ramas de los árboles o las masas informes de las dunas. Quizás hubiera resistencias eléctricas en nuestros techos para poder tomar el calor del sol.

Nos alejamos cada vez más de la naturaleza. Es tremendo, terrorífico y lamentable. Pero es un hecho. Que alguien, por favor, invente algo similar para poder calmar parcialmente nuestra sed de ecosistema.
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No me creo

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Incredulidad de Santo Tomás. Caravaggio,1602.


Con el brusco egoísmo de las nubes, que nos ensucian el cielo por tomar el sol. Tomo dosis de sonrisas que me despierto amablemente. Tomo mi sol que me fabrico porque, ya se sabe, poca calidez ahí fuera. Etcétera. Converso sin creerme porque, también se sabe, apenas ninguna aquí dentro. Enjuto el diafragma para tomar más aire pero se me afilan solas las costillas. Me dibujan el mapa intestino y sé que puedo caerme dentro. Sé que temo que me engulla y trastoque los humores que tanto me costó alzar y hacer ver que. Sé que tampoco mis carnes ni mis sangres, la embrutecida ni la oxigenada, son más de verdad. Lo he sabido a veces, cuando me he visto de lejos, luchando con mareas que cabrían en una gota de hiel. Siempre que fuera ajena.

Y yo, que ya fui piedra, vuelvo a ser arcilla una y otra vez. Y vuelve. Se parapeta ante mí, con sus brazos en jarras y sus demonios tatuados. Tener fuerzas para levantar la mano que bastaría para borrarlo.

Sé que amar, sufrir y aprender es mucho mejor que no estar vivo. Y sin embargo, a veces, cuando me tapan las nubes, quisiera tanto dormir… Caminar como un cadáver de fabulosos metales impracticables. Andar dibujando X de colores en cada huella del laberinto. Ser la piedra que ve y no es vista. La que no yerra porque no espera caminos.

Tengo el espíritu cariado y las palabras se derrumban a mi paso.

Estoy aquí, más hundida que sentada, y nada puedo hacer para izarme de nuevo hasta que la oscuridad no me haya digerido lo suficiente. No me creo. No me creo, pero mientras tanto, joder. Marrón, pegajoso y hediondo: una puta mierda.

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Escapadas II: movimiento extremo vs sosiego en Sousse




Por fin alguien ha hecho uso de ese apartado que tiene el blog y que, aunque tiene un punto de Elena Francis de pacotilla, se puso con mucho cariño. Me refiero a aquella invitación a que quien quisiera contara algo de su interés conceptual o biográfico.

Y he aquí que XaviG (XG) me cuenta en qué ha invertido sus vacaciones este verano. Os recomiendo que os sentéis y que los más impresionables o delicados del corazón tomen precauciones.

Este muchacho, simpático lector del Cajón (aunque poco dado a los comentarios) ha dedicado el momento de ocio que le deja su ritmo laboral al “Ultra Trail du Mont Blanc” (UTMB). Eso en idioma humano significa 166 kilómetros, por montañas requetealtas, para hacer a pata de una tirada. Ponen un límite, eso sí: 45 horas. Es decir, casi dos días enteros corriendo-caminando, sin parar para dormir, sin apenas parar para comer, y sin parar, claro, para adaptarse a los cambios de altitud. Sobre sus pobres piernas, en pocas horas pisaba tres países. En definitiva: una salvajada sólo apta para extraterrestres.


Hay que decir que no es que en esta ocasión se le haya activado el chip masoquista y se haya puesto por la labor de golpe. Hace un par de años ya dedicó sus vacaciones a subir montañas por el Himalaya bajo un simpático temporal de lluvia que duró absolutamente todos los días que estuvo por allí. Ya le dedica buena parte del año a subir y bajar montañas de altitud considerable con la misma facilidad con que yo bajo y subo del centro de la ciudad; sólo que al volver él respira mejor y está menos cansado que yo.

Según dicen por ahí, los corredores llega un punto en que entran en un extraño momento zen. Digo yo que debe de ser por eso de las endorfinas (diametralmente opuestas a las hormonas que se me disparan a mí en el centro, vamos; incluso aunque encuentre un mega-chollo en las rebajas). Todo lo bueno que dios me ha dado a entender respecto a las montañas se centra en lo bonito del paisaje, lo espectacular de las vistas, la tranquilidad que se respira a aquella distancia de la civilización. Pero ellos, por alguna razón que mi fisiología es incapaz de comprender, no se conforman con ver, sentir y vivir una de esas montañas; necesitan poner al límite sus cuerpos, y alcanzar las montañas unas tras otras.

Dice XG que vive cada una de esas apuestas como retos personales. Que a él le hacen sentir más vivo. Que rompe rutinas a base de proponerse nuevas y más complicadas montañas.

Y pienso que tiene razón. La suya, claro, pero la tiene. Pienso que toda esa preparación física tan dura durante todo el año, que ese gasto físico y económico tan importante se parece a quien prepara con tiempo un gran viaje. Y pienso también que cada uno vive de formas distintas lo que espera de un espacio para sí.

Lo relaciono (y las almas caritativas que me lean, que disculpen las distancias) con la introspección zen: hay quien medita en movimiento, da vueltas sobre algún eje que sitúa mentalmente en un punto. Y hay quien, como yo, para meditar es mucho mejor haberse despachurrado previamente; a poder ser en un sitio confortable y sin pasar ni pizca de frío.

XG vio cómo montones de corredores se quedaban por el camino, sufriendo diversas formas de rebelión corporal: desde vómitos /diarreas hasta la flaqueza extrema de un cuerpo extenuado. Él aguantó de una forma admirable, incomprensible, paranormal; pero aun así, el dolor en los pies, cuyas suspensiones fueron forzadas extremadamente, no sólo por las distancias inhumanas sino también por el relieve desmedido, hicieron que acabara por abandonar después de haber subido y bajado, y vuelto a subir y bajar, y más aún, durante 94 kilómetros de pendientes alpinas.

En cambio, yo busco desde un primer momento poder abandonarme.

Él tiene en mente sus próximos retos, cómo va a afrontar sus próximas montañas, cómo, tarde o temprano, alcanzará el kilómetro 166 de esa lucha contra la naturaleza (más la suya que la de las montañas).

En cambio, yo, que programo poco o nada, miraré si puedo volver a un pueblo pequeño en la costa tunecina. Donde las gentes sean pocas y afables, el horizonte amplio y callado, y el mar –una vez desprovisto de las obsesiones por los grados de oscuridad de la epidermis− sea un gran lago que me cuente al oído cómo hace para ser sencillo, quieto y profundo. Entre tanto, me quedaré con Sousse, que cumple buena parte de lo que le pido a una escapada con todas las de la ley. Entre tanto, él alcanzará los picos menos accesibles de los Pirineos.



Y puede que, cada uno a su ritmo y sobre todo a su manera, un día nos demos cuenta de que hemos llegado los dos al mismo punto.


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(Nota: por una vez, la foto de este mar está hecha con mi cámara; y muestra cómo me despertaba todos y cada uno de los días en las ocasiones en que he podido estar en Sousse)..

Rarezas XIII: 'La Negra'

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Amparo, ‘La Negra’, andaría un día por una ciudad muy ventilada cuando se tragó, sin saberlo, la música. Sus amores por grandes músicos hizo el resto: el arte descendió a poquitos por su tráquea, se dividió por los ramales bronquiales, llegó hasta el fondo de sus alvéolos. Por eso ‘La Negra’ respira música. Jazz, tango, flamenco o música brasileña. Amparo se la bebió toda, y su respiración en forma de acordes alberga el flamante encuentro con su sangre. Su pasado, su dolor, su destello por grandes que hubo antes de ella . ‘La Negra’ compone; también canta.

Mi respiración se ennegrece cuando ella late en mi pulso alveolar. Hasta el cielo se envuelve de noche al oírla. La luna se oscurece y tiembla. Hace unos años publicó su primer disco, y desde entonces la música es mucho más negra y mucho más aire.





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La vuelta

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Vértigo ante la muchedumbre.
La vuelta me atemoriza como a un niño la oscuridad. Quizás sea igualmente oscuro este no saber. Igualmente vacío y falto de referencias.

Y hay una fisura retorcida que me dice si mereceré el cariño y el consuelo del adulto a mi cargo. O dirá niño no molestes y me dejará seguir cayendo con mis miedos.

Pudiera fermentarme bajo este sol que me envenena. Dos, tres días sin asir la mano que me devuelve a aquella paz bastarían para agriarme. Los espacios trepidan. La polución colisiona con mi ansia de escapar más recóndita: por hueca o por puro negra. Y yo siento ganas de gritar por miedo a que se me desdibujen sus sonrisas.


Vacío.
Sin referencias.
Pero de vuelta.

Como pudo sucederle a la mariposa, se desmaya al ver de pronto la fragilidad de todo lo que la hace volar.
En cambio el mundo, toda esa muchedumbre sabiendo exactamente dónde decide ir para hacer qué tipo de cosas.
Bate una sola ala y la atropella nuevamente el vértigo. Busca desde su escondite, pero para que no la vean, no ve.
Estudia itinerarios mentales como mapas de instintos, y pudiera avanzar de frente o simplemente huir.
Discernir entre la mano amiga y la del codicioso coleccionista. Volar se vuela a solas. El miedo se digiere sólo con enzimas propios.
Halla entre los esfínteres prietos restos de crisálida. Se suceden las arcadas hasta por fin vaciarla. ¿Vomitó restos sin digerir de espanto y desaliento?
Brinca –¿paso de sapo?−, y ahora le es mucho más sencillo avanzar hasta la rampa de salida…Fuera puede haber algo igualmente vacío y falto de referencias, pero siente que ya, así, no va a adentrarse de nuevo. Por algo no es hormiga, sino cigarra; perdón, quise decir… ¿gusano con alas frágiles e inexpertas?

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Confieso que no he vivido

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Desde mis épocas de niña –fase no superada−, el año tiene un ritmo marcado por el curso escolar. Así, el año tiene un inicio real sobre mediados de septiembre, cuando vuelven a llenarse las aulas, y frente a los colegios hay escenas de lloros y reencuentros en igual proporción. El año empieza mañana. Mañana es el día elegido por mi cabeza para que empiece también el otoño y todo se cubra de normalidad.

Echaré de menos algunas cosas del verano, pero mi cuerpo me pide ya una vuelta a cubrirse, a dejarse llevar por ese halo tan familiar de una cierta melancolía, porque mi cabeza hace tiempo ya que no estaba del todo en el griterío de las terrazas, en las ventanas permanentemente abiertas y en la exposición impúdica de los cuerpos atormentados por el calor. Hablo del mío, vamos.

Pero hoy me confieso: estoy deseando sobre todo la vuelta al ritmo escolar de la Reina. Mi libertad durante esas horas que dura la jornada de escuelas e institutos. Estos últimos días, el blog lo sabe bien, he vivido por delegación. Tiene una parte encantadora y reconfortante, pero tiene una cara amarga de secuestro de energías propias que me agota. Supongo que es políticamente incorrecto. Una parte de mí se siente culpable. Pero hoy confieso: quiero desprenderme a ratos de su reinado. Será bonito ver su sonrisa de nuevo cuando regrese a casa y me cuente de su día; la necesito ahí como el aire que respiro. Pero echo de menos vaciarme de su natural vampirismo para llenarme lentamente. Hoy confieso que he llegado a extinguirme. Que ya no me recuerdo.

Lo relaciono con el aumento de divorcios que acostumbra a producirse a raíz de la convivencia forzada de las vacaciones. No quiero divorciarme de mi Reina. Pero no hay ninguna otra energía que la propia que permita sin dolor que me invada de forma indefinida. Bienvenida, tregua otoñal.

En este último tiempo, pues, confieso que no he vivido, y expongo claramente mi necesidad urgente de resucitar.
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"Porque sueño, yo no lo estoy"

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“Porque sueño, yo no lo estoy”, dice Léolo, aquel impostor de su propia vida. Porque si sueña, el tedio de lo gris y miserable, el blanco de la locura, parecen disolverse, y él, el falso Leo, el pequeño hijo del gran tomate, puede dejar de estar solo. Todas las noches, a poco que se disuelva la realidad.

Porque sueño, yo tampoco lo estoy, me digo. Aunque lo esté. Incluso aunque sospeche que siempre lo estaré. Que casi todos lo estamos siempre. Solos. Como un punto que hubiera perdido su ‘i’, vulgar pespunte sin su señal mínima y casi secreta. Hija de un gran tomate que me condena a la soledad. Peor. Hija única de una prolífica tomatera. Asustada de oscuro y soledad.

Contemplo ante mí las emociones más tomatosas pensables, y la soledad se hace densa, como si se pudiera llorar en forma de mucosidad viscosa. Desprecio la forma que perfila esa ausencia. Como lo que veo, siento casi cómo me giro ante el perfil desaparecido para contarle, para apretarle fuerte la mano, para mirar sus ojos de granizado de tomate que no están. Casi lloro semillas.

Somos solos o sólo soy sola. Mi condena a ser vencida por los monstruos imposibles es mi individualidad o desventaja de mi raciocinio. Creí en otro tiempo que era posible compartir. Casi como un ojo con otro ojo.

Porque sueño, dice Léolo. Y tengo miedo de estar próxima a no soñar ya más…
Y creo que así como puedo estar en el lado de la maternal cordura de eficaz cuidadora, puedo súbitamente habitar en el loco que mira al horizonte sin atender a las demandas de las fuerzas o las camisas o las pastillas. Porque sueño, pero cada vez menos, y cada vez más cuesta arriba.

A veces hay lemas que vivo como unificadores, y puedo vivir al prójimo con inusitada (y puede que inapropiada) ternura. Pero dura lo que un sorbo de aire: apenas una eternidad (que se colara en un sueño, que jamás dura el tiempo dormido).

A veces también, como buena semilla entrenada para la labor, el sexo me atrapa en un gran sueño, y le otorga su tintura a alguna alma ajena, y parece, entonces, que me esté dado soñar que no soy sola, que todo es posible, que el cielo sólo es azul para los daltónicos, porque sólo es posible verlo todo, en pleno sueño, de encendido color tomate. Y me miro en los ojos tiernos de quien me ama, y veo mi piel agrandando sus poros para que penetren sus pestañas y guardar esa imagen en mi arteria de la cordura.

A veces, pues, cuando mi cuerpo se entrega y nubla la razón, me devuelve la razón plena. La del sueño. La de no ser sola. La de no ser loca y vana mirando a un horizonte sin parcelas de irrealidad.

(Yo no lo estoy, grito. Me aferro a este sueño: mi cansancio, mi dolor, mi pasado de asepsia… nada vale entonces. Mi mundo merece creerse irrigado por un Bloody Mary de eficacia incuestionable… durante un tiempo, por lo menos.)

No quiero estarlo. Me aferro al sueño como una tremenda sabandija. Así que, invádeme, contamíname con tu mirada. SÁLVAME.
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A la cárcel por republicano

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Mayo de 2006. Jaume no se siente identificado, como tantos de nosotros, por la bandera española y su siniestra corona dibujada, y decide descolgar la que pende de un edificio público y colgar en su lugar la bandera republicana. Como todo el mundo imaginará, la bandera tricolor duró muy poco ornando uno de esos edificios grises en que habita la burocracia. Pero durante algunos minutos en lugar de representar un reinado por la gracia del caudillísimo, representó lo que era el país antes de que llegara ese villano con su estela de muerte y le robara hasta la bandera: una república.

Una bandera es una de las formas más gráficas de representar una ideología. Por eso mismo Franco se precipitó a cambiar la del país colocándole un tremendo escudo. Por eso mismo, Jaume o Maripili o yo, deberíamos poder declararnos republicanos incluso alegrando la estética de los edificios más tristes de Madrid.

Pero llega algún tipo de justicia y condena a Jaume a una multa de 4000 euros; como decide no pagar la cuantía, debe entrar en la cárcel por “ultraje a España”.

Que Jaume cuelgue una bandera republicana ultraja a España, en cambio que todos tengamos que someternos a una bandera con una corona designada por el dictador como sustituto por haber “dado pruebas fehacientes de su total identificación con los Principios del Movimiento”, eso no.

Esas otras cosillas no ultrajan a los españoles, ni a sus memorias, ni a la reforma de las leyes de la democracia, ni a nada. ¿Pues sabéis qué os digo? Que yo también cuelgo banderas republicanas… Jaume, estoy contigo…


Cosas para las que no da mi coco (III)



Ramon Morros, ese inteligente reaparecido en el Cajón, ya soñaba con inventarlo de pequeño. Un 'ordenador', pero en el sentido literal de la palabra. Unos años (no tantos) más tarde, sigue pendiente ese ‘ordenador mágico’ de su fantasía y, desde que me lo contó, también de la mía. Incluso podemos ir algo más allá: tanta modernidad y nadie se inventa una casa autoordenable. Ya hay aparcamientos automáticos, que leen el código de barras de tu ticket y te traen el coche desde vete tú a saber qué recóndito subsuelo. Debería haber una bandejita en las casas donde poner los cachivaches, el escáner los iría repartiendo según su utilidad y tamaño. Agenda: tercer cajón de la cómoda, sector extremo izquierdo; parasol playero: fondo de altillo, segunda puerta a la derecha. Aviso: lata de melocotón en almíbar caducado; presione “sí” para descartar. Aviso grave: tres tomates empiezan a andar solos por la nevera; presione “sí” para proceder a su asesinato y posterior descarte. Y así…

Aviso de última hora: pélícula

Hoy lunes, a las 22h, en tv2, dan la película "La gran seducción": la recomiendo muchísimo.

El cine de La 2: La gran seducción
Horario:
22:00 - 00:15
Género:
Cine
Director:
Jean-François Pouliot
Actores:
Raymond Bouchard, Dominic Michon-Dagenais, Guy-Daniel Tremblay
País:
EE.UU.
Sinopsis:
Los habitantes del pueblecito pesquero de Saint-Marie La Mauderne se ven obligados a vivir del subsidio gubernamental. Pasa el tiempo y siguen cobrando los talones y la melancolía, la somnolencia y la desesperación se apodera de ellos.

No hay olvido: las alimañas de la oposición son los asesinos del 3 de marzo


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En la película-reportaje “Llach: la revolta permanent", se abordan los hechos que tuvieron lugar en Gasteiz (Vitoria) el 3 de marzo de 1976. Es decir, cuando hacía ya unos meses que Franco había muerto pero se mantenían en el poder los ministros de la tétrica dictadura franquista.

En esa fecha, los trabajadores, sin ningún derecho todavía, se reunieron pacíficamente en un lugar hasta entonces respetado por las fuerzas de aquel poder: una iglesia. Se fueron añadiendo nuevos trabajadores, decididos a plantear una huelga para conseguir algunos derechos laborales, como las 40 horas semanales, la cobertura de la seguridad social, o el propio derecho a la asamblea. Los empresarios eran contrarios a este tipo de formas organizativas y, con ellos, naturalmente, las autoridades aún franquistas.

El reportaje recoge las conversaciones que mantenían los policías que cercaban la iglesia de San Francisco de Asís con sus mandos, que a su vez estaban a las órdenes de las más altas instancias: el ministerio de gobernación (comandado por Manuel Fraga) y el de sindicatos (encabezado por Martín Villa). Los ‘grises’ describen la situación y dicen, literalmente, que para desalojar el templo necesitan refuerzos y el uso de las armas de fuego, lo que puede resultar en “una masacre”. Algo más tarde, los responsables autorizan el desalojo.


En un primer momento, los policías rompen cristales de la iglesia para lanzar gases lacrimógenos, de forma que los trabajadores que había reunidos allí, unos 6.000, tuvieran que desalojar el local. Así fue, y tal como iban saliendo, los grises les iban disparando (en palabras de una testigo) “como si se tratara del tiro al pichón”. Hubo más de un centenar de heridos de bala, y cinco muertos. Entre ellos, menores de edad. Entre ellos, varios disparados por la espalda. Varias veces. El responsable, entonces, no olvidemos, Fraga.




  • Lluís Llach compuso el disco ‘Campanades a morts’ justo después de seguir la noticia de aquellas terroríficas muertes.

  • Uno de los protagonistas del documental paseaba, con tres amigos, por las inmediaciones de la iglesia unos días después de aquellos hechos. Las fuerzas ‘del orden’ consideraron que aquello era una “reunión ilícita” (todas las reuniones lo eran), por lo que los apalearon sin compasión hasta herirlos de gravedad. Entre otras secuelas, a este hombre, sólo un muchacho entonces, le evisceraron el ojo izquierdo.

  • Treinta años después, en 2006, una manifestación pacífica recorre las calles de Vitoria recordando aquellos sucesos y pidiendo, una vez más, justicia, y la policía autonómica carga con fiereza contra los manifestantes. ¿Alguien entiende algo?


Los ciudadanos de a pie es probable que nunca sepamos qué se pactó durante la transición, ni qué tipo de indulgencia sobre aquellos monstruos fascistas debió concederse para que pudiera iniciarse el proceso democrático. Pero no podemos ni debemos renunciar a nuestra memoria. No podemos olvidar que el alma del PP está habitada por aquel mismo demonio franquista. El mismo que designó a Aznar (o AzWar, como recoge en su blog Ramon). Los mismos, como es bien sabido, que participaron en la guerra de Irak con pretextos sin pies ni cabeza. Los mismos que desviaron las subvenciones del ministerio de cultura a la Fundación Francisco Franco, de forma que se convirtió en la entidad con la subvención más importante mientras el PP estuvo en el poder. Los mismos que habían previsto ya, hace pocos años, cuando aún estaban en el poder, imponer la asignatura de religión en las escuelas, con más carga lectiva que matemáticas o lengua. Los mismos, en fin, que no han cambiado ni un ápice su actitud, ni su ideología, ni su nepotismo genético; sólo los han medio enmascarado. No podemos cambiar los pactos, sentarlos en el banquillo de los acusados, ni hacerles pasar cuentas por tantos asesinatos, por tantos robos al pueblo, por tanta masacre. Pero podemos, y debemos, no olvidar quiénes son.

  • He dejado reposar el estado del que salí de la película durante 24h antes de escribir esto. Lluís Llach cantaba en Vitoria su composición de ‘Campanades a morts’ cuando hacía 30 años de aquella masacre y permanecían (como ahora) los responsables sin ser juzgados. Sentí un tremendo arrebato de emoción cuando les grita “Assassins!”. Cuando salían los créditos seguía llorando de rabia y de impotencia. Tenía tantas ganas de gritarle al mundo que ya no podíamos tener más de eso. Nunca más en el poder. Más víscera que mente. Nunca, nunca más; que no haya olvido. Mi deseo: que la Reina nunca deba sentir algo parecido por alguien que, provisionalmente (por desgracia), se mantiene en la oposición. Que no olvidemos. Que no nos volvamos a creer jamás sus falsedades. Que nunca más vuelvan a someternos, y menos aún con el beneplácito del pueblo.





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(El concierto de Lluís Llach, también de 'Campanades a morts', corresponde al que hizo en Valencia, no en Vitoria, porque me ha parecido que tenía mejor sonido)

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El 'arbol mágico'

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Puede que pase en todos los barrios. Puede que sea de común conocimiento. Puede incluso que pase y haya mucha gente que no se dé cuenta. Pero yo estoy orgullosa de tener en mi barrio lo que yo llamo un “árbol mágico”. Nuestro árbol tiene la tremenda ventaja de convertir algo que le sobra a alguien en algo que precisa alguna otra persona. Ropas, muebles, libros, cd, objetos de decoración: cualquier cosa que alguien no quiera puede dejarse al pie de ese árbol, y alguna otra persona sabe que es de buen uso. Quiero decir, nadie deja allí cosas demasiado deterioradas. Incluso es habitual ver notas encima de los aparatos, que es lo más complicado de diagnosticar: “Funciona bien”, “No va el mando a distancia”, “El interruptor está atascado”. Me parece una magnífica forma de reciclaje. Alguien del barrio pasa por allí y, si le conviene, en lugar de comprar un trasto nuevo, hace uso del que otra persona quiere deshacerse. Me he acordado ahora que, haciendo algo de orden en un armario, he encontrado un viejo contestador, y he pensado en dejarlo al pie del árbol, aunque cuento con el hándicap de que cada vez se utilizan menos esos cachivaches. Para mí, que tengo esa tremenda tendencia a no tirar (por suerte, no tengo la misma tendencia a recoger, porque si no ya sería una afectada del síndrome de Diógenes con todas las de la ley), me tranquiliza enormemente el espíritu comprobar que al cabo de un rato mi ‘donación’ ya ha sido recogida y, por tanto, apreciada. Toneladas de esos trastos que parece que precisan los niños pequeños han ido a parar al árbol mágico. Revistas. Películas de vídeo.

También he recogido multitud de cosas de ese árbol. Cosas que probablemente jamás hubiera comprado pero que, una vez las he tenido al alcance, me han llamado la atención. Así, me he hecho con una colección de revistas antiguas del National Geographic, libros de texto de los años 50, una rinconera modesta para mi recibidor e incluso un pack de habitación infantil de juguete, en las épocas aquéllas en que poder desenvolver un regalo de Reyes era para la Reina un aliciente comparable al de descubrir el más maravilloso de los regalos.

Me repugna ese espíritu acumulativo que tenemos como sociedad en la misma proporción que me alegra que se aprovechen cosas que permanecen en buen estado. Sé que Zapatero me debe de estar mirando mal, porque claro, no es manera de salir de la crisis: parece que si no nos ponemos de acuerdo para (con perdón) agilipollarnos ante los escaparates y las cosas que no necesitamos, nuestro sistema está más próximo a irse al carajo.

En una forma de vida tal que el éxito empresarial consiste en crearnos nuevas necesidades, la presencia del “árbol mágico” del Guinardó conserva ese espíritu trasnochado comunitario. Desde pequeña, la Reina debía deshacerse de algunos de sus ‘tesoros’ si quería que los Reyes Magos (o Papá Noel, o quien fuese) no pasase de largo pensando que ya tenía demasiado.

Quizás, quién sabe, el árbol del barrio haya enseñado a mi pequeña esa virtud del compartir en lugar de la tendencia común a acumular, y las nuevas generaciones conserven la magia de nuestro árbol.
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Rarezas XII: (Música sefardí II:) Yasmin Levy

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El padre de Yasmin, Yitzhak Levy, es un reputado investigador del mundo sefardí, de su cultura, su música, su historia. Yasmin tuvo, pues, desde niña, un acceso privilegiado a la música que habría de marcarla.

Cuando canta, Yasmin tiene una voz de olas delicadas, de vaivén suave, pero alcanza notas-estados emocionales en que su voz se amplía, se fortalece y se desgarra, y lleva entonces consigo el peso de un gran amor que deshilacha los corazones o de una diáspora que aleja severamente a un pueblo de sus raíces. Dice “Bendito Dios, sálvame”, y lo mismo da cómo se llame su dios o qué idioma hable, porque lo decididamente importante es que en su desgarro no es posible desoírla.

Yasmin recoge la música sefardí, que conoce tan bien, y le concede influencias árabes, y le añade sabores flamencos. Y al oír a Yasmin todo es ya otra cosa, y sus cadencias tienen un aire que reconocemos pero que no quiere concretarse. Usa instrumentos y ritmos tan distintos que, si nuestra mente se empeña en clasificarla, va a perderse irremediablemente.

Ha ganado algunos premios, y ha grabado dúos con gente de tanta reputación en ese saco que llaman ‘world music” como Natacha Atlas o mi adorado Ibrahim Tatlises.




Espero que os guste.

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Lecturas de la Hemeroteca de La Vanguardia

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Un día de éstos, un buen amigo me recomienda la fascinante Hemeroteca de La Vanguardia, que guarda entre sus fauces pedazos diarios de la historia (la que pasará a los libros y la que no) desde 1881 y hasta la actualidad.

Sumergirse en ella es como colarse en la vida de nuestros bisabuelos primero y de nuestros abuelos después, descubrir qué cosas les preocupaban, cómo eran sus vidas, cómo la publicidad o qué les ofrecían los teatros de la época. Uno puede seguir hasta los gustos estéticos de las diferentes épocas observando la evolución de las portadas…

En un primer acercamiento me sorprendieron, casi con ternura, algunas de las noticias de las que se hacían eco. Como ésta:

Un prestidigitador que no se ha anunciado en ningún cartel ni ha trabajado en teatro
alguno, ha escamoteado en la calle de la Flor Baja (Madrid) un coche y su correspondiente caballo, dejando al cochero con un palmo de narices.
¡Cómo progresa el arte en estos tiempos de irregularidades y distracciones!
El robo, sin embargo, no fue completo. !
Faltó escamotear el cochero.

O como la que cuenta que un niño de cinco años, del que se certifica la muerte e incluso los primeros síntomas de descomposición, estaba en realidad vivo; pero acabó muriendo de la pulmonía como consecuencia de tener el supuesto cadáver a la intemperie porque llovía demasiado para que los enterradores hicieran su trabajo.

Otras de las noticias hablan de incidentes varios, como la de aquel trabajador de la construcción a quien se le cayó una piedra sobre el pie derecho (sic.) y hubo de ser atendido en un centro asistencial.

Un tiempo después, se le puede tomar el pulso al mundo intelectual del momento, que toma partido sin ambages por el ‘pueblo’ frente a los que quieren derogar la república española. En este sentido, me ha parecido definitivo el número del día 25 de octubre de 1936, donde se recoge la proclama que hace en varios idiomas la que se denomina Asociación Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, y que dice que «Los escritores del mundo entero, reunido para la defensa, de la Cultura, saludan al pueblo español en la avanguardia de la lucha antifascista, al pueblo español que, en su lucha heroica interpreta las fuerzas del progreso de toda la Humanidad.»


En el mismo número encontramos esta otra noticia:

Con fecha 20 del corriente, «L'Oeuvre», de
París, publica un enérgico telegrama de protesta
que dirige al ex general Cabanellas, con
motivo del fusilamiento de García Lorca, la
intelectualidad argentina:
«El joven poeta Federico García Lorca acaba
de ser asesinado en Andalucía por hombres que
están bajo vuestras órdenes.
(…)
Este asesinato ha manchado las armas de
vuestros secuaces. Protestamos en nombre de
la cultura y de la civilización.»
Lo firman, entre otros, Aníbal Ponce, José
Portogalo y Francisco Jorge.


En otros números también sorprende cómo se vive el fenómeno literario, asociado siempre a la forma de vivir y de explicar el mundo. Así, sólo referido al poeta granadino, encontramos interesantísimas referencias:


- 17 diciembre 1932, página 7. Se recoge la noticia de la lectura de “Poeta en New-York” por parte del propio poeta. Encontramos este tratamiento de la noticia:

La arquitectura extrahumana, el ritmo furioso,
la lucha de los rascacielos con el espacio, las
aristas que cortan los cabellos a la lluvia,
son descritas—a su vez con ritmo, con altura,
con vida—de modo prodigioso, por el
poeta... Que de lo externo y espectacular se
adentra en lo íntimo y profundo al hablar de
los negros, «lo más delicado y espiritual de
aquel mundo—dice—porque ellos creen, esperan,
sonríen»;
(…)
Y, en seguida, viene la visión de Wall
Street, el barrio financiero a donde llega el
oro de todas partes y con él la muerte, donde
puede observarse «la más impresionante ausencia
total del espíritu» y el terrible espectáculo
sin grandeza del último «crak» financiero
es evocado también, en toda su imponente
aridez repugnante...



En el diario del 22 de septiembre de 1936, y dentro del apartado que lleva el título de “Folletones literarios de ‘La Vanguardia’”, M. Luz Morales nos recuerda cómo Lorca era el poeta del pueblo. Dice que un poeta popular…

No se hace; nace. Pues que llegar al
pueblo, no es mentir al pueblo, ni halagar
al pueblo. Como llegar al niño no es imitar
el balbuceo de su torpe medialengua. Es, por
el contrario, hallar el punto coincidente de
sencillez, de pureza, de sinceridad, de intuición
genial. Nada menos que el genio es
preciso para captar, para expresar, en arte,
esencias genuinamente populares.

Habla asimismo de su generosidad literaria, de cómo su poesía jamás se deshumanizó, como otras de su misma escuela, a pesar de ser igualmente moderna. “La minoría, que sigue a las nuevas escuelas poéticas, es cada vez más minoría. La torre de marfil en que los
poetas se encierran es cada vez más alta, más impenetrable.”

Ni la alta poesía de Juan
Ramón, ni la lírica cerebral de Salinas, ni
la poesía social de Alberti hallarán nunca
su eco en el taller ni en la calle. Exquisita
lírica, pero lírica deshumanizada, jamás repetirán
sus estrofas, sus versos, sus imágenes,
las mozas enamoradas de hoy, las viejecitas
nostálgicas de mañana, los marineros
en sus soledades azules, los gitanos bajo
el sol del camino, los carpinteros y los forjadores
sobre su sinfonía monótona, las costureritas
sobre sus puntadas unánimes.”

La importancia de Lorca reside en que “A este mozo, que pertenece
a las más modernas escuelas, que no hace
concesiones de facilidad ni de campechanía,
que permanece en su altura de poeta puro,
de poeta auténtico, el pueblo en seguida le
conoce, le señala y le sigue, y hace, de él, el
único poeta popular de las nuevas generaciones.”



En la edición del 1 de mayo de 1938, dice Enrique Díez-Canedo:

Tantas cosas tenemos ausentes, en espera
del día que nos consienta de nuevo hallarlas,
después de la victoria, o echarlas definitivamente
de menos, si entraron en el precio
de ella, amasado con sangre y dolor, que
la falta entre nosotros de Federico García
Lorca nos parece, hoy por hoy, nuevo azar
transitorio. Tanta era su vitalidad, que la
creemos capaz de resurgir, aunque la reflexión
intente darnos un convencimiento irremediable.
Caído en la contienda, no ya como
luchador, sino como víctima pura, sacrificado
al fanatismo y al odio, no llegamos a
persuadirnos dé que para siempre se fue; y ••
contribuye a mantenemos en tal persuasión
!a presencia de su obra, hoy mas viva que
nunca.

(…)
Puede borrarse el existir, y la guerra se
encarga ahora de probarlo con toda prodigalidad;
lo qu§ no puede borrarse es el haber
existido, ni el seguir existiendo cuando
se deja detrás algo que perdure.

El autor del artículo, recoge las palabras de un jovencísimo Dámaso Alonso:

«El arte de García Lorca es función hispánica en
absoluto: lo mismo en lo profundo que en lo
extenso. Sería cómodo, pero inexacto, llamar a este arte “portentoso”. García Lorca
es, dentro de la literatura española, un
nombre esperable, necesario, «tenía que ser».

(…)
Hacia nuestros
días se concentraron, pues, de nuevo las
esencias hispánicas, se condensó toda núestra
dispersa tradición, las sales de nuestro
ingenio, las vayas y zumbas de nuestros
campesinos, los dejos y quiebros de nuestras
tonadas; todos estos elementos se cernieron
y. densificaron hasta "el último límite; y
surgió de este modo el arto de García Lorca.
Surgió porque* sí, porque tenía que ser, tenía
que cumplirse la ley de nuestro destino: España
se había expresado una vez más.»


Me han sorprendido mil cosas de estas lecturas al azar. El espacio que se dedicaba a lo literario, el nivel de las colaboraciones, pero también las posturas inequívocas del mundo intelectual, frente a la indecisión gubernamental de Francia o Inglaterra (de la que se quejan en artículos de estas mismas fechas, diciendo que miran hacia otro lado, mientras que “los países facciosos” –Alemania, Italia y Portugal− están participando de las agresiones al pueblo español).

Me ha hecho mucha gracia leer que los alcaldes de Barcelona y la población vecina de Sant Martí de Provençals (lo que ahora ocupan, entre otros, el barrio del Guinardó) se ponían de acuerdo para hacer un gran hospital a las afueras de Barcelona, en un espacio que, por su ubicación, había de ser la ideal por salubridad. Se refieren, por supuesto, al futuro Hospital de la Santa Creu i Sant Pau.

En mil cosas, claro, se puede sentir el antecedente de nuestra situación actual. Pero en tantas otras, la sensación es de que hemos perdido por el camino algunas cosas. La claridad espontánea del mundo intelectual, el entusiasmo con que se habla de lo literario y, especialmente, ese espacio, hoy impensable, que se dedica a la poesía. La atención por las cosas pequeñas, por los incidentes o las preocupaciones de los vecinos…

Os recomiendo que, cuando tengáis tiempo, algún día le echéis un vistazo.
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